Un joven músico huye de Riga
Corría el mes de junio de 1839, cuando un joven compositor de veintiséis
años llamado Richard Wagner, su mujer Minna y un enorme terranova
que atendía al nombre de Robber abandonaron
con sigilo la ciudad de Riga, en la que Richard había sido, poco
exitoso, Maestro de Capilla. El motivo de la huida, digna de una
película de espías, no era otro que dar esquinazo a los acreedores
que perseguían al joven Richard.
Al
final, por vías secundarias consiguieron llegar al puerto de Pillau
en la costa prusiana y se embarcaron en el carguero Thetis,
su destino era llegar a Londres para trasladarse desde allí a París.
El viaje de los Wagner fue de todo menos cómodo. Una tremenda
tormenta al cruzar el Skagerrat estuvo a punto de hacer zozobrar la
nave, que a la deriva llegó finalmente a la costa nuruega. Wagner
nos cuenta en su autobiografía Mi
vida
el pánico que llegó a pasar en esta accidentada travesía.
Finalmente, llegaron a Londres y de allí se embarcaron hacia
Francia. El 20 de junio de 1839 arribaron a Boulogne-sur-Mer, con la
firme intención de no volver a embarcarse nunca más.
La
estancia de Wagner en París no fue, lo que se dice, exitosa. Nuestro
joven músico se tuvo que ganar la vida haciendo arreglos de otros
compositores para los más variados instrumentos, empeñar los
regalos de boda o incluso hacer bucear a Robber
en el Sena para conseguir unas monedas. En julio 1841 en una
situación económica insostenible Wagner vendió por quinientos
francos a León Pillet, Director de la Ópera de París, el esbozo en
prosa de un libreto de ópera titulado Le vaisseau fantôme (El
buque fantasma).
El libreto de esta obra fue escrito por Paul Foucher, en francés, y
la música compuesta por Pierre-Louis Dietsch. La ópera se estrenó
en noviembre de 1842 y cayó en el más profundo de los olvidos, hasta una fecha muy reciente como veremos un poco más adelante.
Con
el dinero obtenido
Wagner
trabajó en su propio libreto y compuso su ópera, la primera de las
llamadas óperas románticas de nuestro compositor. El título
definitivo fue Der
fliegende Holländer,
o sea El holandés
errante.
Estas fueron las penosas circunstancias que vieron la composición de
la primera obra de Wagner que se incorporó al repertorio, si dejamos
de lado a Rienzi, que si bien es una obra que se representa de
tanto en tanto, no forma parte de las representaciones habituales de
los teatros, ni forma parte del llamado canon de Bayreuth, es
decir, no se ha representado nunca en la Colina Verde.
Pero... ¿dónde encontró Wagner el argumento para su obra? En el
plano ambiental la penosa travesía en el Thetis dio a
nuestro compositor la inspiración para los cantos de los marineros y
para la tempestad que ruge ya en la obertura. En el plano argumental,
la leyenda del maldito de los mares era conocida en los ambientes
marineros, pero fue una obra literaria la que daría a Wagner la
inspiración para la trama de la obra.
A su llegada a París, Wagner conoció a otros alemanes como Ernst
Benedickt Kietz, joven pintor tan vago que se decía que sus clientes
morían antes de que él acabase sus retratos; Samuel Lehrs,
filólogo; Heinrich Laube, antiguo portavoz de La joven Alemania y
al gran poeta exiliado en París Heinrich Heine.
Wagner leyó una obra de Heine Las memorias del señor de
Schnabelewopski, en las que en uno de sus capítulos se nos
cuenta la historia de un navegante holandés condenado a vagar por
toda la eternidad por haber jurado que no cejaría en el empeño de
pasar el Cabo de Hornos en una tormenta. Sin embargo, este marinero
vuelve a tierra cada siete años, si en esa breve estancia consigue
que una mujer le sea fiel hasta la muerte quedará liberado de la
maldición.
En 1840 Wagner obtiene la conformidad de Heine para preparar el
libreto de su obra. Las vicisitudes del mismo, ya las conocéis.
Convencido de su fracaso en París Wagner abandona junto a Minna la
ciudad el 7 de abril de 1842 con destino a Dresde. Si bien, no
consigue que El holandés errante sea aceptado en Berlín,
ocurre lo inesperado, su anterior ópera Rienzi, el último de los
Tribunos obtiene un clamoroso éxito en la Ópera de la Corte de
Dresde, era el 20 de octubre de 1842. El éxito de Rienzi hizo
que el Teatro de la Corte de Dresde aceptase El holandés errante,
que subió a escena el 2 de enero de 1843. Después del brillante
Rienzi la obra se consideró extraña y sombría. Sólo obtuvo
cuatro representaciones, aún así, su compositor, el joven Richard
Wagner fue nombrado un mes más tarde Segundo Maestro de Capilla de
la Corte de Dresde.
Este estreno en 1843, no vio la obra como la imaginó Wagner. El
compositor había cambiado, el lugar
de la acción de Escocia, lugar en el que transcurre la obra de Heine, a Noruega, acordándose del viaje del Thetis
que recaló en un puerto llamado Sandwike, y cambiando los nombres de dos de los personajes
de Donald a Daland y de George a Erik. Hay también alguna variación en el monólogo del Holandés.
Sin embargo, el verdadero cambio vino dado por la incapacidad de que Wilhelmine Schröder-Devrient, que había impresionado a un adolescente Wagner cantando en Dresde el Fidelio de Beethoven y fue Adriano en el Rienzi del propio Wagner, cantase la balada de Senta. Wagner tuvo que transportar la balada escrita originalmente en la tonalidad La menor/Do mayor a Sol menor/Si bemol mayor. Además, la obra estaba pensada para representarse sin pausas entre los actos, separados con interludios sinfónicos, la Dirección del Teatro pidió que hubiera pausas, por tanto Wagner tuvo que componer dos finales para los actos primero y segundo.
Con los años Wagner evolucionó muchísimo su estilo de composición y quiso volver a su obra de juventud en 1860, en los que para unos conciertos en París revisó la obertura. La revisión incorporó un nuevo final con arpa y la aparición del tema de la redención. Antes la obra acababa con el tema del Holandés. Esta revisión hizo que Wagner modificase el final de la obra incluyendo también el tema de la redención. De esta forma el 4 de diciembre de 1864 la obra subió a los escenarios en el Teatro de la Corte de Múnich, con la dirección del propio Wagner y la presencia de su mecenas el Rey Luis II de Baviera. Esta es la versión que se suele representar habitualmente, con o sin pausas. Wagner no fue más allá en las revisiones de su marinero maldito, en contraste con lo que ocurrió con Tannhäuser, obra de la que no existe una versión definitiva.
Escena final de "El holandés errante" en Dresde. 1843 |
Sin embargo, el verdadero cambio vino dado por la incapacidad de que Wilhelmine Schröder-Devrient, que había impresionado a un adolescente Wagner cantando en Dresde el Fidelio de Beethoven y fue Adriano en el Rienzi del propio Wagner, cantase la balada de Senta. Wagner tuvo que transportar la balada escrita originalmente en la tonalidad La menor/Do mayor a Sol menor/Si bemol mayor. Además, la obra estaba pensada para representarse sin pausas entre los actos, separados con interludios sinfónicos, la Dirección del Teatro pidió que hubiera pausas, por tanto Wagner tuvo que componer dos finales para los actos primero y segundo.
Con los años Wagner evolucionó muchísimo su estilo de composición y quiso volver a su obra de juventud en 1860, en los que para unos conciertos en París revisó la obertura. La revisión incorporó un nuevo final con arpa y la aparición del tema de la redención. Antes la obra acababa con el tema del Holandés. Esta revisión hizo que Wagner modificase el final de la obra incluyendo también el tema de la redención. De esta forma el 4 de diciembre de 1864 la obra subió a los escenarios en el Teatro de la Corte de Múnich, con la dirección del propio Wagner y la presencia de su mecenas el Rey Luis II de Baviera. Esta es la versión que se suele representar habitualmente, con o sin pausas. Wagner no fue más allá en las revisiones de su marinero maldito, en contraste con lo que ocurrió con Tannhäuser, obra de la que no existe una versión definitiva.
A Bayreuth llegaría en el primer Festival del siglo XX, en 1901 con
la dirección de Felix Mottl, que acuñó la célebre frase de
“abras por donde abras la partitura, te da el viento en la cara”.
Si nos preguntamos qué ocurrió con la versión original, parece que
su estreno se dio en Bayreuth en 1959, con Wolfgang
Sawallisch y la pareja George London y Leonie Rysanek, con la balada
transportada. En el Festival de 1961 cantó la misma producción,
también con Sawallisch, Anja Silja, con la balada en su tonalidad
original. Escuchemos a una jovencísima Anja Silja, de veintiún años cantar la balada de Senta en su tonalidad original en el Festival de Bayreuth de 1961.
De la representación bayreuthiana de 1959, también con Sawallisch, escuchamos la obertura, en su versión original, o sea, sin el final con arpa y sin la aparición del tema de la redención al en la conclusión.
Esta es la obertura en la versión revisada de Múnich, con su final mucho más romántico y que permite una gran expansión orquestal al final. Escuchemos esta obertura con el incomparable Hans Knappertsbusch y la Orquesta Filarmónica de Múnich en una grabación de estudio de 1962.
Veamos las diferencias en el finale. Primero, la versión original en una interesante producción de Bayreuth de 1985 dirigida escénicamente por Harry Kupfer, con Simon Estes, gran Holandés, Robert Schunk, creíble Erik, Lisbeth Baslev, imposible Senta y Woldemar Nelson en la peor dirección musical de un Holandés que yo recuerde. Lamentablemente en youtube ya no está disponible la balla realización de Sawallisch con la Ópera de Baviera.
La versión revisada nos la sirve Antal Dorati en estudio en 1960 (Decca), con los conjuntos del Covent Garden y los excelentes Leonie Rysanek y George London, con el Erik del eficiente, aunque algo tosco, Karl Liebl. Si Dorati, excelente en cualquier caso, hubiera encontrado esa poesía que existe en la versiones de Knappertsbusch o Krauss estaríamos ante la versión cimera de la obra, le faltó ese poquito más que sólo está al alcance de los muy grandes.
Para terminar el relato de El holandés errante, vamos a escuchar las tres páginas fundamentales de la obra, el monólogo del Holandés, Die frist ist um (El plazo se ha cumplido), en la que el atormentado capitán relata que baja a tierra cada siete años a buscar su salvación, está maldito, pero no sabemos el porqué. Al final espera con resignación el fin de los tiempos en que pueda dejar de navegar llevado por la aniquilación eterna. Hans Hotter, con treinta y cinco años nos canta magistralmente esta página, acompañado por la Orquesta Estatal de Baviera dirigida por Clemens Krauss en una grabación de 1944.
La segunda de las páginas a las que hacía referencia es la llamada Balada de Senta, en la que averiguamos que el Holandés está maldito porque juró que jamás cejaría en intentar pasar el Cabo de Hornos en una tormenta, el diablo le tomó la palabra y le tiene condenado a navegar eternamente. Sólo puede bajar a tierra cada siete años, si en una de estas visitas a tierra encuentra una mujer que le sea fiel hasta la muerte, la maldición se desvanecerá. Al final de la balada Senta, fuera de si, expresa el deseo de ser esa mujer y liberar al Holandés de su maldición. Leonie Rysanek canta la balada transportada en el registro que realizó con los conjuntos Covent Garden de Londres dirigidos por Antal Dorati en 1960.
De la misma grabación con Rysanek y Dorati, ahora junto al Holandés de George London, escuchamos el momento clave de la obra, el dúo del Holandés y Senta del acto segundo, Wie aus der ferne Ferne längst vergangener Zeiten (Como de los muy lejanos tiempos pasados). Es el momento mágico de la obra, la primera parte del dúo, en la que los dos personajes expresan para si sus sentimientos, angustia él, compasión ella y al pese a todo, amor. El Wagner grande ya está apareciendo. En la segunda parte del dúo, desaparece la magia, bella música, pero mucho más convencional, eso si, muy bien orquestada. Aquí nos enteramos de otro dato clave, la mujer que ha jurado fidelidad ante Dios al Holandés y le traiciona se condenará eternamente. En el finale, cuando el Holandés piensa que va a ser abandonado por Senta, decide marcharse, Senta aún no le ha jurado fidelidad ante Dios, por ello no será condenada. El Holandés ha hecho su buena obra y Senta le va a ser fiel hasta la muerte, cuando se arroja al mar, el barco fantasma se hunde libre, por fin, de la maldición.
Es tiempo ahora de hablar de otro maldito de los mares, pero antes recordemos que Wagner concibió un libreto teatralmente imperfecto, el acto tercero sufre algo de la premura de la elaboración, pero que en líneas generales funciona dramáticamente, especialmente en el magnífico acto segundo. Para los que estéis interesados, os adjunto un enlace con el libreto.
El "maldito" olvidado
Podemos decir que el marinero maldito de Pierre-Louis Dietsch (1808 - 1865) sufrió doblemente su maldición, porque además de estar condenado a navegar eternamente, fue abandonado en el oceano del olvido.
Pierre-Louis-Philippe Dietsch nació en Dijon en 1808, aunque de ascendencia alemana, su padre había nacido no lejos de Leipzig, de donde era originario Richard Wagner. Si me permitís la broma, queda claro que para tratar musicalmente el tema del maldito de los mares, hay que tener ascendencia sajona.
Dietsch, estudió en el Conservatorio de París, trabajó como contrabajista el Teatro de la Ópera de los Italianos y más tarde fue director de coros, por recomendación de Rossini, y de orquesta a partir de 1860 de la Ópera de París, fecha interesante para recordar en su relación con Richard Wagner.
Pierre - Louis Dietsch |
La producción musical de Dietsch como compositor es fundamentalmente religiosa, compuso veinticinco Misas, dos Misas de Requiem, un Te Deum y treinta y dos Motetes. Su obra más conocida fue el Ave Maria (1842) compuesto sobre la canción de Jacques Arcadelt (hacia 1506 - hacia 1568) Nous voyons que les hommes, que le llevó a la polémica de ser acusado de plagio, acusación en parte injusta pues hay bastante de Dietsch en la obra, aunque está basada en una melodía de Arcadelt. Escuchamos el Ave Maria de Dietsch.
Y ahora la canción de Arcadelt en la que se basó Dietsch.
El 9 de noviembre de 1842 se estrenó en la Ópera de París Le vaissau fantôme ou Le maudit des mers (El buque fantasma o El maldito de los mares), con libreto de Paul Foucher y Henri Révoil, basado en el esbozo en prosa escrito por un desconocido dramaturgo y músico alemán llamado Richard Wagner.
La obra alcanzó once representaciones y finalmente se la tragó la Biblioteca de la Ópera de París, de donde sale cada 170 años en búsqueda de la redención.
En 1861 Dietsch, como director de orquesta de la Ópera de París se iba a hacer cargo del estreno de año, Tannhäuser o el torneo de canto del Wartburg de aquél desconocido Richard Wagner. Los problemas llegaron enseguida, Wagner consideró incapaz e inadecuado a su colega francés. Aún así, Dietsch dirigió la orquesta en uno de los mayores fiascos de la historia de la ópera.
Dos años más tarde, en 1863 se iba a representar en París Las vísperas sicilianas de Giuseppe Verdi. El director era Pierre-Louis Dietsch. Al parecer no había aprendido lo suficiente con Wagner y en este caso el enfrentamiento fue con Verdi. Durante los ensayos y tras una acalorada discusión con Dietsch, Verdi abandonó la sala. Al parecer, Verdi compartía la opinión de su colega alemán. Sea como fuere, Dietsch fue cesado de su cargo tres días después.
Pierre-Louis Dietsch falleció en París en 1865. No es una figura demasiado recordada hoy en día y lo sería menos de no ser por su enfrentamiento con las dos figuras más importantes del teatro lírico del siglo XIX, bueno y de toda la historia junto a ese jovencito de Salzburgo que era capaz de hacer cualquier cosa que se propusiera.
La pregunta que os haréis es el porqué de recordar a Pierre-Louis Dietsch. El "año Wagner" que hemos dejado atrás no ha sido muy generoso en cuanto a novedades discográficas de interés. Ni una integral del Wagner no escénico, ni un Tannhäuser en edición crítica con todas las versiones y variantes. Tampoco ha habido grandes reediciones históricas, salvo quizá el Anillo de Swarowsky en Profil-Hänssler, y de los grandes sellos, prefiero no hablar. Pese a todo, el sello francés Naïve, nos ha regalado una interesante novedad de la mano del director Marc Minkowski. Se trata de la versión original de París de El holandés errante. Ya sé que no es novedad, la grabó en 2004 Bruno Weil con la Capella Coloniensis para Deutsche Harmonia Mundi. La novedad de Minkowski es que junto a la versión primerísisma de El holandés errante de Wagner, ha grabado El buque fantasma de Dietsch, en un atractivo cofre con cuatro CD's, muy bien presentados y a un precio razonable.
Comencemos con la historia, que difiere bastante de la que nos cuenta Wagner. Los liebretistas franceses Paul Foucher y Henri Révoil, tuvieron otras influencias, El pirata de Walter Scott, los escritos de James Feminore Cooper y El barco fantasma de Frederick Marryat. El resultado, un libreto mucho más convencional y alejado en buan parte de la poesía que desprende el de Wagner, que siguió fielmente a Heine, excepto en el final, donde, irónico, el gran poeta alemán deja a la novia en la roca viendo alejarse al holandés. Wagner con toda la influencia de Goethe hace que con el sacrificio de Senta, que se arroja al mar, el eterno femenino guíe al alma del holandés hacia las alturas.
Veamos pues la historia que nos cuenta Dietsch. La obertura se inicia con el tema del maldito de los mares, como debe ser. Sigue una rossiniana tormenta y después sucesión de diferentes temas que aparecerán en la ópera. Breve introducción e inmediatamente sigue la balada de Minna, la Senta de esta historia. También es casualidad que la protagonista se llame como la primera mujer de Wagner. Canta la historia de un marinero maldito condenado por a vagar eternamente. Si encontrara una mujer que le amase hasta la muerte su maldición se desvanecería. La tercera estrofa la canta Magnus, el Erik (o George de la versión primitiva) de la obra de Wagner. En la tercera estrofa nos enteramos que en la lucha del piloto del barco fantasma por apartar a este de su ruta, el Capitán le arroja a las olas, una herida producida en la pelea no se acaba de cerrar en el brazo del capitán maldito, por cierto que se llama Troïl. Magnus lo sabe porque el piloto era su padre y una sueño divino le reveló la historia. Minna y Magnus se quedan solos, nos enteramos que están enamorados y que Minna sólo espera la aprobación de su padre, el capitán y comerciante Barlow, para casarse. Minna se queda sola, ruge la tormenta y canta su aria. Entra Eric y da la noticia de que el barco de Barlow se ha hundido en la tormenta, pero ha llegado un barco extranjero y le ha rescatado de una muerte segura. La escena finaliza con una alegre cabaletta cantada por Minna.
En el cuadro segundo entra Barlow, comenta que ha sido salvado por el capitán sueco Waldemar. Como recompensa, le ha prometido la mano de su hija Minna. Como os podéis imaginar ese capitán sueco, no es otro que el maldito Troïl. Minna duda si cumplir la palabra de su padre. Waldemar-Troïl, seductor, le pregunta si sería capaz de seguirle hasta la muerte. Si hiciese falta así lo haría responde Minna. Se acuerda la boda. Magnus se resigna a perder para siempre a Minna.
En el acto segundo Troïl canta su aria. Minna se encuentra con Magnus que es ahora sacerdote siguiendo un mandato divino. Y luego se comenta lo rápido que es el tercer acto de El holandés errante, aquí Magnus ha necesitado sólo un entreacto para pasar de enamorado a ordenarse sacerdote. Magnus va a casar a Minna y al falso Waldemar. Llega Troïl, quiere hablar a solas con Minna. En el dúo que sigue Troïl dice a Minna que la ama y que por tanto no va a casarse con ella, no quiere que comparta su destino. Minna descubre a Troïl en su prometido y decide casarse con el para poner fin a su maldición, finalmente Troïl, que ha hecho su buena acción igual que el holandés, accede. Magnus casa a Minna y Troïl, pero al intercambiar los anillos descubre la herida y la verdadera identidad del falso sueco. Se grita anatema contra Troïl. El maldito llama a su tripulación de espectros y se embarca rápidamente. Minna le sigue se sube a una roca y se lanza al mar, con gran estruendo se hunde el barco fantasma, entre las nubes se ve a Minna conducir a Troïl ante el trono de Dios.
El libreto se resiente de otras influencias que le restan frescura y espontaneidad, haciendo muy antipático al pobre Magnus. Pero... ¿qué hay de la música?
No os puedo ofrecer vídeos con la música de Dietsch, porque en 1842, nadie tuvo la idea de colgar algún vídeo en youtube, y la única grabación es muy reciente. Dejándonos de bromas, la música está muy bien elaborada, pero es poco personal, algo de Rossini, algo de Auber, de Boieldieau y, cómo no, de Meyerbeer. La obra se escucha con agrado y tiene algún momento de buena inspiración, como en la balada, cuyo estribillo se convierte en el tema del maldito. Al margen de que al comparar una obra de artesano que conoce el oficio con la obra de un genio, joven, pero ya un genio en su primera obra auténtica; la obra del francés resulta muy inferior. Pero no para haber sufrido el olvido por más de ciento setenta años, es una obra que hace pasar un buen rato y se escucha con agrado.
Del vídeo promocional, en el que se escucha más música de Wagner que de Dietsch, os indico que momentos son de la obra del francés. En 2:12, tenemos un momento de la romanza de Troïl del segundo cuadro del acto primero. En 3:06, la cabaletta del aria de Minna del primer acto y en 3:58 el estribillo de la balada, con Minna y el coro. Además un simpático Marc Minkowski nos cuenta aspectos de las dos composiciones y de la ópera romántica.
Recomendaciones discográficas:
Para terminar, unas recomendaciones discográficas, según mi criterio, del que podéis diferir todo lo que queráis:
Con la obra de Dietsch, está muy fácil, la grabación de Naïve dirigida por Marc Minkowski y sus Musiciens del Louvre, con Russell Brown, Sally Matthews y Bernhard Richter (2013).
De El holandés errante versión de 1841 o versión primitiva de París tenemos dos opciones igualmente interesantes, la de Marc Minkowski y los Musiciens del Louvre en Naïve que se completa con la obra de Dietsch, con Evgeny Nikitin, Ingela Brimberg y Eric Cutler (2013) y la de Bruno Weil y la Capella Coloniensis de Deutsche Harmonia Mundi con Terje Stensvold, Astrid Weber y Jörg Dürmüller (2004).
Pasamos ahora a lo bueno, al Holandés de siempre, sin criterios historicistas y quizá más ajustado a la verdad que estos otros que hemos comentado.
Domina la discografía de El holandés errante una grabación en vivo, del Festival de Bayreuth de 1955, felizmente recuperada por Orfeo d'Or con un sonido más que aceptable. El director no es otro que Hans Knappertsbusch, que tuvo un equipo formado por Hermann Uhde, Astrid Varnay, Wolfgang Windgassen y Ludwig Weber, creo que no hace falta decir nada más.
La grabación que más se le acerca es la que se realizó para la radio, con los conjuntos de la Ópera de Baviera en 1944. Dirige Clemens Krauss a unos perfectos Hans Hotter, Karl Ostertag y Georg Hann y a una inadecuada Viorica Ursuleac, que era su mujer. Está editada por Preiser.
La mejor grabación en estudio es la de Antal Dorati con los conjuntos del Covent Garden para Decca, la gran pareja George London y Leonie Rysanek está arropada por Karl Liebl y Giorgio Tozzi (1960).
Franz Konwitschny dirigió en estudio el Holandes con los conjuntos de la Ópera Estatal de Berlín. Un lírico y algo inadecuado, aunque como cantó, Dietrich Fischer-Dieskau está acompañado por Marianne Schech, Gottlob Frick y Rudolf Schock. Es una grabación Berlin Classics de 1960.
Otto Klemperer y la Orquesta New Philharmonia con Anja Silja, Theo Adam, Martti Talvela y Ernst Kozub en una grabación EMI de 1968 iban a marcar otro hito, impresionante en lo orquestal y algo menos en lo vocal. Es una grabación de la versión original con la balada en su tonalidad más aguda.
Tres recomedaciones finales, todas en vivo, a las que habría que añadir a Keilberth, Bayreuth 1955 (Teldec) y Sawallisch, Bayreuth 1959 (Myto) que aparecen con otras grabaciones que dan mayor variedad a los repartos:
Joseph Keilberth, Festival de Bayreuth. Astrid Varnay, George London, Arnold Van Mill, Josef Traxel. GOLDEN MELODRAM (1956).
Wolfgang Sawallisch, Festival de Bayreuth. Anja Silja, Franz Crass,
Josef Greindl, Fritz Uhl. PHILIPS (1961). Primera grabación de la versión original y balada en la tonalidad más aguda.
Fritz Reiner, Metropolitan Opera House Nueva York. Astrid Varnay,
Hans Hotter, Sven Nilsson, Set Svanholm. NAXOS (1950).
Bibliografía:
Alexandre Drawitzki, D'un "vaisseau fantôme" à l'autre. Naïve. 2013 (carpetilla del CD)
Martin Gregor-Dellin, Richard Wagner, su vida, su obra, su siglo. Alianza Editorial, Madrid 1983
Martin Gregor-Dellin, Richard Wagner, su vida, su obra, su siglo. Alianza Editorial, Madrid 1983
Ángel-Fernando Mayo, Wagner. Península, Madrid 2001
Martin Gregor-Dellin, Richard Wagner, su vida, su obra, su siglo.
Alianza Editorial, Madrid 1983
Ángel-Fernando Mayo, Juan Ángel Vela del Campo, Richard Wagner:
El holandés errante. Cátedra-Expo 92, Madrid 1992
Marc Mikowski, À la recherche des deux "vaiseaux". Naïve. 2013 (carpetilla del CD)
Richard Wagner, Mi vida. Turner, Madrid 1989
No hay comentarios:
Publicar un comentario