miércoles, 6 de mayo de 2015

El suizo

Los suizos son los más alpinos de los habitantes alpinos. Francia, Italia, Austria y Alemania también miran hacia otros lados, pero para los suizos, las montañas son su patria.

Ya en el siglo XVI aparecen las primeras referencias a una canción popular llamada Kureihen que en las zonas de habla francesa se conoce como Ranz des vaches, lo que se podría traducir cómo Ronda de las vacas.


Canción popular suiza con el Alphorn, la trompa alpina

Hacia 1800 se habían catalogado muchos cantos populares de este tipo y la fama había traspasado las fronteras de Suiza. La aparición de una escena con la Ronda de las vacas en la ópera de Joseph Weigl La familia suiza, estrenada en Viena en 1809 puso de moda estos cantos populares. Weigl y sus suizos están hoy totalmente olvidados, pero en el siglo XIX gozaron de bastante fama. Richard Wagner nombra repetidamente la obra de Weigl en el principio de su autobiografía.

La más famosa representación clásica de la Ronda de las vacas estaba aún por llegar. En la obertura de la ópera Guillermo Tell, Gioachino Rossini introduce la Ronda de las vacas como tercera sección, después de la tormenta y antes del belicoso tema de la caballería con el que pone brillante final a la obertura.


Ricardo Muti y la Orquesta del Teatro Alla Scala 
interpretan la obertura de Guillermo Tell de Rossini. 
La Ronda de las vacas comienza en 5:55

Pero estos cantos populares, bastante conocidos en todo el mundo tienen una historia paralela, que no deja de tener su punto siniestro. Ya en el siglo XVII se describe un transtorno médico que acompaña a estos cantos populares. Los suizos que se encuentran lejos de Suiza tienden a enfermar de melancolía y depresión si escuchan un canto de la Ronda de las vacas. En el caso de que estén en el ejército, son muy frecuentes los casos de deserción. 

En el siglo XVIII se tomó una drástica medida. En los ejércitos suizos que se encuentren fuera de Suiza queda totalmente prohibida cualquier canción de la Ronda de las vacas. Los castigos son muy severos, llegando a poder ser condenado el infractor a la pena capital.

A principios del siglo XIX los escritores Achim von Arnim y Clemens Brentano, pertenecientes al círculo de Goethe, relizarán la tarea de recopilar un monton de canciones populares. Hicieron la misma tarea que los Hermanos Grimm con los cuentos populares. 

Estas canciones se publicaron en una colección que conoce todo mahleriano de pro, su título, Des Knaben Wunderhorn, o La trompa mágica del niño en español.


 
Des Knaben Wunderhorn, portada de la primera edición de 1808

En esta colección había un poema que recogía la morriña de los soldados suizos. El poema titulado El suizo, cuenta la triste historia de un soldado que deserta al escuchar una trompa alpina. Es capturado y fusilado a la mañana siguiente.

Ya a finales del siglo XIX la colección de Des Knaben Wunderhorn cayó en manos de Gustav Mahler (1860-1911), que iba a abalanzarse sobre el poemario y empezar a componer canciones y sinfonías, porque las cuatro primeras sinfonías de Mahler están conectadas con el mundo Wunderhorn.

Pero antes de componer la colección de canciones que conocemos como La trompa mágica del niño, Mahler había puesto música a bastantes poemas más de la colección.

 
Gustav Mahler en 1892

Estas canciones recogidas en la colección Lieder und Gesänge (aus der Jugenzeit), es decir Canciones y tonadas al que más tarde se añadió de la juventud. Entre estos poemas puestos en música por Mahler estaba El suizo, al que Mahler cambió el título por el primer verso, En las fortificaciones de Estrasburgo. 

El Lied es una marcha fúnebre por el pobre soldado, que corre la misma suerte que todos los soldados mahlerianos. Es una composición de 1888 en la que Mahler demuestra que es un consumado Maestro del Lied con sólo 28 años.

Leamos y escuchemos el lied en la versión de Dietrich Fischer-Dieskau acompañado por Daniel Baremboim al piano.




Zu Straßburg auf der Schanz,
Da ging mein Trauern an;
Das Alphorn hört' ich drüben wohl anstimmen,
Ins Vaterland mußt ich hinüberschwimmen,
Das ging ja nicht an.

Ein Stunde in der Nacht
Sie haben mich gebracht;
Sie führten mich gleich vor des Hauptmanns Haus,
Ach Gott, sie fischten mich im Strome auf,
Mit mir ist's aus.

Frühmorgens um zehn Uhr
Stellt man mich vor das Regiment;
Ich soll da bitten um Pardon,
Und ich bekomm doch meinen Lohn,
Das weiß ich schon.

Ihr Brüder allzumal,
Heut' seht ihr mich zum letztenmal;
Der Hirtenbub ist nur schuld daran,
Das Alphorn hat mir's angetan,
Das klag ich an.
En las fortificaciones de Estrasburgo
Allí me atacó la tristeza
Escuché la trompa alpina a lo lejos
y a la patria tuve que nadar.
Eso no se puede hacer.

A una hora de la noche;
me han cogido.
Me llevaron a casa del capitán,
¡Ay Dios!, me pescaron en el río,
Para mi todo ha acabado.

Mañana por la mañana a las diez
Me pondrán ante el regimiento.
Pediré y supicaré perdón,
y recibiré mi recompensa.
Bien lo sé. 

Hermanos, todos juntos,
Hoy me veis por última vez;
El pastor es el único culpable
La trompa alpina me lo hizo hacer
Esa es mi queja






Pero no acaba aquí la historia de nuestro desertor suizo. El compositor austriaco Wilhelm Kienzl (1857-1941), hoy sólo recordado, y no demasiado, por su ópera Der Evangelimann, iba a estrenar en 1911 en la Volksoper de Viena una ópera titulada Der Kuhreigen, o sea La ronda de las vacas

En esta obra que transcurre en el París previo a la Revolución Francesa, un regimiento suizo comandado por el oficial Dursel está alojado en Saint Honoré en París. A los soldados franceses les sorprende que sus colegas suizos no canten en la taberna. Alguien explica que lo tienen prohibido porque les entra nostalgía.

Al final del primer acto Primus Thaller, el protagonista, canta un aria en la que describe las bellezas de Suiza. Al final, no puede evitarlo, comienza a cantar La ronda de las vacas, que Kienzl ha convertido aquí hábilmente en la canción de Des Knaben Wunderhorn a la que Mahler ya había puesto música. Aquí La ronda de las vacas es El suizo

Wilhelm Kienzl
 
El efecto en las tropas suizas es tremendo, la segunda estrofa ya es cantada por todo el regimiento. Al final cantan todos la canción entera y Primus Thaller es condenado a muerte.

Esta escena es de lo poco que hay grabado de Der Kuhreigen, aunque en el sello MYTO ha aparecido una grabación vienesa de 1951, la única completa. 

Kienzl utiliza alguna estrofa diferente a las que utiliza Mahler, ninguno de los dos pone música a las seis que tiene el poema original.

Al final Primus Thaller se libra de su condena por el estallido de la Revolución Francesa, el resto de la trama parece menos interesante, una especie de Andrea Chénier sin la garra de la composición de Giordano.

La escena del final del primer acto que tenemos aquí es extraordinaria. Una grabación de final de los años cincuenta, pertenceiente a la Radio de Stuttgart, con un jovencísimo e inspidaradísimo Fritz Wunderlich.

Es para disfrutarla y seguirla con el texto que aparece al final. 

Pese a indicar que es el final del primer acto, en la partitura original hay bastantes compases más que en esta grabación se han omitido, aunque sea como fuere, con o sin cortes, esta escena merece conocerse y disfrutarse.









Primus Thaller

Lug', Dursel, Lug'
Der Abend bricht herein.
Lug' wieder Sonne letzter Schein
Die Wolken dort umsäumt mit roter Glut!
Dort muß es sein wo unsre Heimat ruht.
Die Schäfchen dort am Horizont,
dem blauen sind sie nicht just
wie Firnen anzuschauen?
Mir ist als säß' ich vor dem Vaterhaus,
und träumte in das Abendgold hinaus.
Wie tief im Tale sich das Dunkel breitet
und an den grünen Matten aufwärts gleitet.
Sieh', über Täler, Glockenklang und Almen
steigt es zum Himmel an wie stille Psalmen.
Es ist, als hört' in süßer Herrgottsruh'
die ganzen Kreatur den Stimmen zu.
O Schweizerland, was ist so schön wie du!


Der Kuhreigen

Zu Straßburg auf der Schanz
Da ging mein Trauern an
Das Alphorn hört´  ich drüben wohl anstimmen
Ins Vaterland mußt ich hinüberschwimmen
Das ging nicht an


Primus Thaller, Schweizer

Frühmorgens um zehn Uhr
Stellt man mich vor's Regiment.
Ich sollt' da bitten um Pardon,
Und ich bekomm' doch meinen Lohn,
Das weiß ich schon.


Favart

Das ist der Kühreigen, ganz ohne zweifel.


Primus Thaller, Schweizer

Ihr Brüder allzumal,
Heut´ seht ihr mich zum letztenmal;
Der Hirt ist doch nur schuld daran
das Alphorn hat mir das angetan
Das klag ich an.

O Himmelskönig, Herr!
Nimm du mein Seel' dahin,
Nimm sie zu Dir in' Himmel ein,
und lass' sie ewig bei Dir sein,
vergiß nicht mein!

Primus Thaller

Mira, Dursel, mira
La noche se abre paso.
Mira otra vez el último rayo del sol,
Las nubes, roja brasa, lo rodean!
Allí tiene que ser donde descansa nuestra patria.
¿No ves a los pastorcillos allá en el horizonte,
contemplando el azul
que no es como las nevizas?
Para mi es como estar sentado ante la casa paterna,
y sonar afuera con el oro de la tarde.
Cuan profundo en el valle, en amplia oscuridad
y en la verde alfombra que resbala cuesta arriba.
Mira, sobre los valles, el sonar de los cencerros y pastos
subiendo hacia el cielo como tranquilos salmos.
Es así, cuando en dulce descanso divino se escucha
la voz de todas la criaturas.
¡Oh Suiza! ¿qué es más hermosa que tú?

La ronda de las vacas

En las fortificaciones de Estrasburgo
Allí me atacó la tristeza
Escuché la trompa alpina a lo lejos
y a la patria tuve que nadar.
Eso no se puede hacer.


Primus Thaller y los suizos

Mañana por la mañana a las diez
Me pondrán ante el regimiento.
Pediré y supicaré perdón,
y recibiré mi recompensa.
Bien lo sé.  


Favart

Es la Ronda de las vacas, sin ninguna duda.


Primus Thaller y los suizos

Hermanos, todos juntos,
Hoy me veis por última vez;
El pastor es el único culpable
La trompa alpina me lo hizo hacer
Esa es mi queja

¡Rey de los Cielos, Señor!
Lleva mi alma hacia allí,
Llévala hacia ti en el cielo,
Y déjala contigo toda la eternidad,
¡No me olvides!