martes, 29 de noviembre de 2016

Karlrobert Kreiten, "El último concierto"

Kreiten fue uno de los más grandes talentos pianísticos, que personalmente he conocido.

Claudio Arrau (1983)


... Con horror he conocido el destino de Karlrobert Kreiten ...

Wilhelm Furtwängler (1943)

 

Claudio Arrau (1903 - 1991) fue uno de los pianistas más importantes del siglo XX. Desde muy joven mostró unas dotes extraodinarias para el piano, lo que le valió una beca del Gobierno de Chile para que el niño prodigio pudiera estudiar en Alemania. Con sólo diez años Claudio Arrau estaba estudiando en Berlín, en el Conservatorio Stern (Stern´sches Konservatorium) hoy una parte de la Universität der Künste Berlin (Universidad de las Artes de Berlín). Arrau estudió con Martin Krause, discípulo de Franz Liszt. Tras una crisis personal y artística Claudio Arrau volvió a Berlín y fue profesor en el Conservatorio Stern desde 1925 a 1940. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Arrau abandonó Alemania y se estableció en Estados Unidos.

Karlrobert Kreiten


Kalrobert Kreiten nació en Bonn en 1916. Creció en una familia con gran formación musical, su madre, Emmy Kreiten, era mezzosoprano y su padre, el holandés Theo Kreiten, fue compositor y concertista de piano. 

El jovencísimo pianista dio su primer recital en Düsseldorf a los diez años. Estudió en la Escuela Superior de Música de Colonia. Con sólo dieciséis, en 1933, años ganó el Premio Mendelssohn de Berlín y la Medalla de Plata del Concurso Internacional de Viena.

Kreiten estudió dos años en Viena, hasta que conoció a Claudio Arrau en Berlín y acabó con él su formación y perfeccionamiento como pianista. Arrau, comentó mucho tiempo más tarde que si Kreiten hubiese alcanzado la madurez como intérprete, su nivel hubiera sido similar al de los más grandes pianistas de la tradición germánica, y citaba a Wilhelm Kempff o Walter Gieseking.

La profesora de Kreiten en Viena, Hedwig Rosenthal-Kanner, se marchó a Estados Unidos en 1939 e invitó a Kreiten a acompañarla. El pianista rechazó la oferta, pero siguió el consejo de Wilhelm Furtwäangler, el más grande director de orquesta de su tiempo, de trasladarse a Berlín.

Los recitales de Kalrobert Kreiten empezaron a hacerse frecuentes, siempre con éxito de público y crítica. Pero pese a que Kreiten era un gran artista, no era ajeno a la situación política de su país. Para él, como para otros muchos alemanes, la Batalla de Stalingrado acabada en febrero de 1943, que supuso la pérdida de más de setecientas mil vidas, sólo en el bando alemán; fue el claro indicador de que la guerra estaba perdida.

La mayoría de la gente conoce los crímenes que llevó a cabo el régimen nazi en otros países conquistados, y las barbaridades que realizó contra judíos, homosexuales u oponentes políticos; pero lo que mucha gente desconoce es el terror que el gobierno impuso a su propia población.

Una de las cosas que estaba totalmente prohibida era mostrar derrotismo. Simplemente opinar que la guerra estaba perdida era delito. La condena a la que se exponía quién así opinase era la pena capital.

En 1943 Karlrobert Kreiten estaba en medio de una mudanza y a la vez preparando un concierto. Ellen Ott-Monecke, una amiga de su madre, estaba ayudando a Karlrobert en la preparación de alguna de las piezas que iba a interpretar. La habitación de trabajo era un oasis de tranquilidad comparada con el resto de la casa, llena de cajas aún sin abrir. En este íntimo ambiente, Kreiten expresó opioniones muy negativas sobre Hitler y su camarilla y se mostró convencido de que la guerra estaba perdida. La guerra está en efecto perdida y conduce al ocaso a Alemania y a su cultura. Hitler está enfermo y en su locura quiere despachar al pueblo alemán. En dos o tres meses estallará la revolución y entonces Hitler, Göring y Goebbels "medirán una cabeza menos". (Walter Scharfenecker, „Konzert fällt aus“: Vor 70 Jahren wurde der Pianist Karlrobert Kreiten hingerichtet. Neue Musik Zeitung. 7.09.2013)

Lo que Kreiten no sabía es que Ott-Monecke era una nazi convencida. Ott-Monecke comentó el caso con dos amigas de la misma ralea y las tres brujas decidieron denunciar a Karlrobert Kreiten.

El 3 de mayo de 1943 Kreiten tenía que dar un recital en Heidelberg. Las taquillas habían colgado muchos días antes el cartel de "NO HAY ENTRADAS".


El último concierto

Cuando el público llegó al Paraninfo de la Nueva Universidad de Heidelberg se llevó una sorpresa al leer en un cartel "CONCIERTO CANCELADO". Pronto se supo la causa, apenas una hora antes del concierto Karlrobert Kreiten había sido detenido en su hotel por la Gestapo.

El 3 de septiembre de 1943 se conoció la sentencia. Karlrobert Kreiten había sido condenado a muerte y el pianista fue trasladado al penal de Plötzensee en Berlín para cumplir la condena.

La familia se movilizó para impedir que se llevase a cabo la condena. Wilhelm Furtwängler intercedió por el condenado y creyó que había conseguido salvar al pianista. Furtwängler marchó de viaje y a su vuelta comprobó que esta vez no había conseguido su objetivo. Todo fue en vano.

La noche del 3 al 4 de septiembre de 1943 la aviación aliada bombardeó el penal de Plötzensee y cuatro presos condenados a muerte consiguieron escapar. Para que no volviese a ocurrir, las autoridades del penal firmaron a destajo las órdenes de ejecución de los condenados en el penal. Sólo en la noche entre el 7 y el 8 de septiembre fueron ahorcados 186 presos, entre ellos había uno llamado Karlrobert Kreiten.

Poco hay en YouTube de Karlrobert Kreiten, aquí está lo que he encontrado, unas piezas de Chopin, Brahms, Schoeck y El Danubio Azul de Johann Strauss arreglado para piano por Theo Kreiten, padre del pianista. Con este pequeño recital recordemos al pianista que este año hubiera tenido que ser recordado por su centenario y que la barbarie hizo que se conviertiera en una promesa no cumplida.
 




Un muy veterano Claudio Arrau recuerda a Karlrobert Kreiten y tras los muchos años transcurridos, sigue pensando que fue el mejor disicípulo que tuvo en su larga carrera.






Más información, en alemán, y fotos se pueden consultar en la web. karlrobertkreiten.de

lunes, 14 de noviembre de 2016

La metamorfosis de una canción

Hace bastantes años leí en una de esas guías sobre música clásica, que se vendían antes de la llegada de internet, un capítulo dedicado a los Compositores de una sola obra. Evidentemente, no se trata de compositores que sólo hubieran compuesto una obra, sino que sólo una obra de su catálogo ha hecho que pasen a la historia. Entre alguno de los casos que recuerdo estaba Gustav Holst con Los planetas, Ruggero Leoncavallo con I Pagliacci o Tomasso Albinoni con su Adagio que, para más inri, ni siquiera es suyo.

Estas clasificaciones suelen ser siempre injustas y dirigidas a aquellos aficionados que comienzan su aventura en el mundo de la música. Pero a veces, si existe alguna composición que se se ha hecho relativamente popular y que el público conoce, sin saber quién fue su autor. Pero la cosa es aún peor si nuestro autor es casi contemporáneo de otro, con el mismo apellido y que fue algo más célebre.

Johann Paul Aegidius Martin nació en Freystadt (Baviera) el 31 de agosto de 1741. Hijo de un organista. Estudió música en Neuburg y filosofía en Friburgo. En 1760 marchó a Nancy en Lorena y cambió su apellido por Martini. Se casó y se fue a vivir a París, ciudad en la que obtuvo un relativo éxito. De hecho para diferenciarlo del italiano Giovanni Battista Martini (1706 - 1784), nuestro hombre pasó a llamarse Martini, il Tedesco (Martini, el alemán).

Con su nombre ya en francés, Jean Paul Egide Martini, pasó a trabajar para la familia real francesa y abandonó la corte cuando las cosas se pusieron muy complicadas en Francia tras la Revolución Francesa. Martini volvió a Francia tras la Restauración de la Monarquía y falleció en París el 10 de febrero de 1816.

Jean Paul Egide Martini

Éste debiera haber sido Año Martini, pero claro, nuestro hombre es hoy, casi, un perfecto olvidado. Pese a sus quince óperas, numerosa música orquestal, religiosa y de cámara, nadie se acuerda de la música de Martini.

Sin embargo, Martini, tiene una obra que suena a todo el mundo, y no sólo a los aficionados a la llamada música clásica. En 1784 Martini compuso 3 romances nouvelles. Uno de ellos llevaba por título Plaisir d'amour (El placer del amor). El texto está sacado de la novela Célestine de Jean-Pierre Claris de Florian.





Plaisir d'amour ne dure qu'un moment,
Chagrin d'amour dure toute la vie.
J'ai tout quitté pour l'ingrate Sylvie.
Elle me quitte et prend un autre amant.
Plaisir d'amour ne dure qu'un moment,
Chagrin d'amour dure toute la vie.
Tant que cette eau coulera doucement
Vers ce ruisseau qui borde la prairie,
Je t'aimerai, me répétait Sylvie,
L'eau coule encore, elle a changé pourtant.
Plaisir d'amour ne dure qu'un moment,
Chagrin d'amour dure toute la vie.

Jean-Pierre Claris de Florian
El placer del amor sólo dura un momento,
la penas del amor duran toda la vida.
Lo dejé todo por la ingrata Sylvie.
Ella me dejó y tomó a otro amante.
El placer del amor sólo dura un momento,
la penas del amor duran toda la vida.
Mientras este agua corra suavemente
Hacia el arroyo que bordea la pradera,
yo te amaré, me repetía Sylvie,
El agua aún corre, sin embargo ella cambió.
El placer del amor sólo dura un momento,
la penas del amor duran toda la vida.




Quién iba a decirle al bueno de Martini que esta obrita iba a hacerse bastante popular y la iba a cantar un buen número de cantantes clásicos que la incluyeron, e incluyen, habitualmente en sus recitales. 

Yvonne Printemps, Elisabeth Schwarzkopf, Barbara Hendricks, Fritz Wunderlich o Roberto Scandiuzzi son algunos de ellos. Pero también Joan Baez, Franco Battiato o Andrea Bocelli la han incluido en sus conciertos.

Eso si, hay que decir que el pobre Martini no acaba de tener suerte, pues no es extraño que se diga muchas veces que se va a interpretar Plaisir d'amour del Padre (o del Abate) Martini y claro, Jean Paul Egide il Tedesco se tiene que revolver en su tumba, pues para una obra suya que se recuerda, se la atribuyen al otro Martini, el italiano.

Escuchemos la versión de Plaisir d'amour de Martini grabada por Roberto Scandiuzzi con Friedrich Haider al piano, extraida del excelente CD A Diletta (del sello Nightingale) que el bajo italiano dedicó hace unos años a su hija. 







Pero una cosa está clara, la obra de Martini no sonaría tan familiar al oído si no fuera por su metamorfosis musical. 

En 1961 se preparó la película musical Blue Hawaii de Norman Taurog. Uno de los papeles de esta obra lo interpretaba un joven que ya se había hecho famoso como el más importante rockero de su tiempo, se llamaba Elvis Presley. Para este film, los autores de la música George David Weiss, Luigi Creatore y Hugo Peretti prepararon una canción de amor para su estrella musical. Creatore y Weiss se ocuparon del texto, mientras que Peretti lo hacía de la música. Música que tomó prestada del estribillo de la canción de Martini. Que la canción funcionó, no hace falta ni comentarlo. Superventas, número uno en varios países, que son el termómetro para medir lel éxito de la música pop. Y por supuesto, llegaron todo tipo de versiones, que nunca consiguieron mejorar la copia de la canción de Martini.





Wise men say
Only fools rush in
But I can't help falling in love with you
Shall I stay?
Would it be a sin?
If I can't help falling in love with you
Like a river flows, surely to the sea
Darling so it goes, some things are meant to be

Take my hand
Take my whole life too
For I can't help falling in love with you
Like a river flows, surely to the sea
Darling so it goes, some things are meant to be

Take my hand
Take my whole life too
For I can't help falling in love with you
For I can't help falling in love with you
Los hombres sabios dicen
Sólo los tontos se precipitan.
Pero no puedo dejar de enamorarme de ti
¿Debería quedarme?
¿Sería un pecado?
Si no puedo dejar de enamorarme de ti.
Como un río fluye, siempre hacia el mar,
Querida así es, algunas cosas están
destinadas a suceder.
Toma mi mano
Toma toda mi vida también,
Porque no puedo dejar de enamorarme de ti.
Como un río fluye, siempre hacia el mar,
Querida así es, algunas cosas están
destinadas a suceder.
Toma mi mano
Toma toda mi vida también,
Porque no puedo dejar de enamorarme de ti
Porque no puedo dejar de enamorarme de ti



Escuchemos pues a Elvis Presley, el Rey del Rock, en su particular versión de Plaisir d'amour de Martini, il Tedesco.








jueves, 3 de noviembre de 2016

El traductor traidor

Traduttore, traditore dicen los italianos del trabajo del traductor, indicando que una traducción siempre perderá matices sobre el original. El parecido fonético entre las palabras traductor y traidor, también es válido en español, pero esa no es la razón del título de la entrada. Aquí no vamos a hablar de un mal traductor, vamos a ver como un traductor usurpó la personalidad del autor. Aunque quizá no fue culpa suya.

Edvard Grieg compuso sus Seis Lieder op. 48 entre 1884 y 1888. Es una obra que está basada en poemas de autores alemanes. Sin formar un ciclo, esta colección tiene un tema común que se trata desde varias perspectivas, el amor. Hay una de las canciones que destaca por su curioso estilo. Es Die verschwiegene Nachtigall (El ruiseñor discreto), basado en un poema escrito por el Minnesinger Walther von der Wogelweide en el siglo XIII. Es la única pieza compuesta sobre un poema medieval y resulta diferente por el texto y por la música arcaizante que usa Grieg en esa canción.


Edvard Grieg

El resto de poetas escogidos por Grieg son del siglo XIX, o a caballo entre XVIII y XIX. Heinrich Heine, Emanuel Geibel, Ludwig Uhland, Johann Wolfgang von Goethe y Friedrich von Bodenstedt. Sin embargo, vuelve a destacar un poema, que por su pesimismo no parece de esta época, ni de su autor, Geibel. Se trata de Dereinst, Gedanke mein (Alguna vez, pensamiento). El texto viene a decir que alguna vez el pensamiento estará tranquilo porque si las penas del amor no le dejan sosiego, la fría tierra en la que descansará sin amor y sin penas vencerá todas las pasiones y descansará en paz. 


Dereinst, Gedanke mein,
Wirst ruhig sein.
Läßt Liebesglut
Dich still nicht werden,
In kühler Erden,
Da schläfst du gut,
Dort ohne Lieb'
und ohne Pein
Wirst ruhig sein.
Was du im Leben
Nicht hast gefunden,
Wenn es entschwunden,
Wird's dir gegeben,
Dann ohne Wunden
Und ohne Pein
Wirst ruhig sein.

He resumido el poema y no he querido traducirlo porque, si tenéis paciencia y seguís leyendo un rato, veréis que hay alguien que lo hace mucho mejor que yo.

No hay muchas versiones sueltas de este Lied disponibles en Alemania, pero aquí está la de Marion van den Akker, mezzo, acompañada al piano por Jeroen Sarphati, que pese a su discreto sonido, nos permite escuchar una versión solvente de esta canción.




El tono es siempre solemne. A diferencia de otras canciones de Grieg, el piano no acompaña, subraya más bien, la gravedad del texto. Texto que se acerca más a lo declamado, que a lo puramente melódico. En cualquier caso, una hermosa muestra del compositor noruego como liederista.

Cuando conocí este Lied, hace ya muchos años, me sonó el texto. Esto ya lo había escuchado ya compuesto por Hugo Wolf.


Hugo Wolf

Una de las colecciones de Lieder de Hugo Wolf, de las menos conocidas y grabadas, se titula Spanisches Liederbuch, o sea Cancionero Español. En este ciclo, dividido entre canciones sagradas y profanas, hay un gran número de poetas del Siglo de Oro que aparecen traducidos al alemán por Paul Heyse y... Si, habéis acertado, Emanuel Geibel.

En el Cancionero Español si aparece el nombre de los poetas españoles. En el caso que nos ocupa Emanuel Geibel había traducido un poema de Cristóbal de Castillejo.

Escuchemos el Dereinst, Gedanke mein de Hugo Wolf, del que aún hay menos versiones que del de Grieg, en la voz y el piano de la cantante y pianista búlgara Albena Kechlibareva.





Aclarada la autoría real del poema, la pregunta es... ¿quién es ese tal Cristóbal de Castillejo?

No es un autor especialmente conocido, salvo para los especialistas, imagino. Es un poeta del Renacimiento que tuvo cierta notoriedad al enfrentarse al estilo italianizante de Garcilaso de la Vega o Juan Boscán. Y esto más o menos es lo que estudiamos de este buen hombre en el bachillerato.




Cristóbal de Castillejo

Pero si investigas un poco más la vida del personaje, resulta que además de traicionado por los editores de discos, tuvo una vida bastante azarosa y digna de alguna novela histórica, género hoy tan de moda.

Cristóbal de Castillejo nació en Ciudad Rodrigo alrededor de 1490. Fue clérigo como podemos ver en la imagen, aunque lo de la vocación queda un tanto en duda.

Pero lo interesante de la vida de este hombre, fue que sirvió a Fernando de Habsburgo, hermano de Carlos I, que se convertiría más tarde en Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.

Castillejo acompañó como secretario al futuro Emperador en sus viajes por Centroeuropa. Poco a poco, su señor fue primero Rey de Hungría, después de Bohemia. Y en todas estas estuvo nuestro buen Cristóbal.

Se enamoró nuestro clérigo de una Dama alemana, Anna de Schaumburg, que lo dejó por un noble bohemio. Así se entiende mejor el poema que escribió para que Grieg y Wolf lo pusieran en música.

Al final, parece que cayó en desgracia con su jefe el Emperador, que se desentendió de él en los últimos años. Castillejo se retiró a un convento en Viena en el que murió en 1550.

Y hasta aquí la historia de este Lied y este poeta. ¡Ah! Se me olvidaba, falta la traducción al español que hizo Castillejo del poema de Geibel, antes de que Geibel naciera.



Alguna vez,
o pensamiento,
serás contento.
Si amor cruel
me hace guerra,
seis pies de tierra
podrán más que él:
allá sin él
y sin tormento
serás contento.
Lo no alcanzado
en esta vida,
ella perdida
será hallado,
y sin cuidado
del mal que siento
serás contento.

 
Cristóbal de Castillejo