Este artículo hubiera tenido que aparecer en El estornino de Mozart de enero de 2014, número que no se ha publicado. Mucho me temo que podemos tardar bastante en ver nuevos números de la revista. No sé las causas, aunque me imagino que la falta de colaboraciones ha tenido mucho que ver en la decisión de @Tono_Menor de aparcar, esperemos que de momento, su revista.
No tenía claro si publicar el artículo en el blog, al final, siendo una obra bastante desconocida y siendo además 2014 Año Gluck, he pensado que valía la pena retocar un poco el artículo original y adaptarlo al las características del blog.
Aclarado el retraso de un artículo que se basa en el comentario de una representación que tuve la suerte de presenciar el 1 de diciembre de 2013, vamos con la ópera turca, que es lo que interesa. Quiero agradecer la amable colaboración de la Oficina de Prensa del Teatro Estatal de Salzburgo (Pressebereich des Salzburger Landestheaters) por permitir el uso de las imágenes de la representación.
Para el público actual puede resultar sorprendente saber que en los siglos XVIII y XIX hubo una gran cantidad de subgéneros dentro de la ópera. Actualmente sólo parecen existir dos, tragedias, las más, y comedias. Pero, igual que el cine ha habido géneros tan dispares como el western o la ciencia-ficción, en la opera ocurrió exactamente lo mismo.
No tenía claro si publicar el artículo en el blog, al final, siendo una obra bastante desconocida y siendo además 2014 Año Gluck, he pensado que valía la pena retocar un poco el artículo original y adaptarlo al las características del blog.
Aclarado el retraso de un artículo que se basa en el comentario de una representación que tuve la suerte de presenciar el 1 de diciembre de 2013, vamos con la ópera turca, que es lo que interesa. Quiero agradecer la amable colaboración de la Oficina de Prensa del Teatro Estatal de Salzburgo (Pressebereich des Salzburger Landestheaters) por permitir el uso de las imágenes de la representación.
Christoph Willibald Gluck (1775) |
Para el público actual puede resultar sorprendente saber que en los siglos XVIII y XIX hubo una gran cantidad de subgéneros dentro de la ópera. Actualmente sólo parecen existir dos, tragedias, las más, y comedias. Pero, igual que el cine ha habido géneros tan dispares como el western o la ciencia-ficción, en la opera ocurrió exactamente lo mismo.
Uno
de los géneros más curiosos fue la opera de ambiente turco,
muy de moda en la Viena del siglo XVIII, quizá porque los turcos se
quedaron a las puertas de Viena y Eugenio de Saboya y sus tropas
consiguieron vencerlos e ir reconquistanto otras ciudades como la
actual Budapest, de lo contrario, en Viena hubieran tenido mucha
música turca original
y quizá no hubiera sido tan popular.
Cuando
pensamos en este género turco, nos viene a la cabeza inmediatamente
El rapto en el
Serrallo de
Mozart, estrenada en Viena en 1782. Sin
embargo, la obra de la que vamos a hablar, se estrenó también en
Viena, pero casi veinte años antes. La pieza en cuestión es Los
peregrinos de la Meca o El reencuentro imprevisto,
de Christoph Willibald Gluck, estrenada el 7 de enero de 1764 en el
Burgtheater. Como además Gluck nació en el 2 de julio de 1714,
además de celebrar el 250 aniversario del estreno de la obra, en
2014 se celebrará el 300 aniversario del nacimiento del compositor,
el gran reformador de la ópera.
La
ópera se inicia con una obertura festiva, con instrumentos de
percusión alla
turca
que tiene una semejanza indudable con El
rapto en el serrallo.
La acción es parecida, hay un secuestro por parte de los piratas de
la novia del protagonista, pero la diferencia es que aquí todos los
personajes son musulmanes. El novio es el Príncipe Ali de Bagdad, un
Belmonte musulmán, que con su criado Osmin, que recuerda
tremendamente al Pedrillo mozartiano, va a la búsqueda de su amada,
retenida por el Sultán como esclava. El príncipe sufre todo tipo de
tentaciones por las servientas de su amada Rezia, nuestra Konstanze de
las mil
y una noches,
pero se mantiene fiel. Los amantes se reencuentran finalmente y
huyen. Al final, llega el Sultán de Egipto y les captura. El Sultán
ordena la ejecución de Ali y Rezia. El príncipe ha sido traicionado
por el Calendario, no es el Osmin mozartiano, pero hace su papel de
malo. Cuando el Sultán se entera de toda la historia perdona a los
amantes y ordena castigar al Calendario, aunque al final acaba
saliendo bien librado. Nuevamente el argumento se aproxima a la obra
mozartiana. Escuchemos la obertura de Los peregrinos de la Meca por Concerto Köln.
Sólo un aria de la obra de Gluck ha alcanzado una relativa celebridad, gracias a unas variaciones que Mozart compuso sobre ella, las Variaciones para piano (KV. 455), que Tcahikovsky reutilizó como último movimiento de la Suite n° 4, Mozartiana. El aria en cuestión es Unser dummer Pöbel meint o Les hommes pieusement en el original francés en el que está escrita la obra. Escuchemos el aria cantada por Gilles Cachemaille y la Orquesta de la Ópera de Lyon dirigidos por John Eliot Gardiner.
Sólo un aria de la obra de Gluck ha alcanzado una relativa celebridad, gracias a unas variaciones que Mozart compuso sobre ella, las Variaciones para piano (KV. 455), que Tcahikovsky reutilizó como último movimiento de la Suite n° 4, Mozartiana. El aria en cuestión es Unser dummer Pöbel meint o Les hommes pieusement en el original francés en el que está escrita la obra. Escuchemos el aria cantada por Gilles Cachemaille y la Orquesta de la Ópera de Lyon dirigidos por John Eliot Gardiner.
Y ahora las Variaciones KV. 455 de Wolfgang Amadeus Mozart con Wilhelm Kempff al piano.
Die Pilger von Mekka en el Landestheater de Salzburgo
Esta
obra, tan olvidada hoy, ha sido repuesta en el Landestheater de
Salzburgo, dentro de la temporada de ópera 2013-2014. Es el
preludio al Año Gluck que se celebrará en 2014. La
producción ha sido realizada por Jacopo Spirei con dramaturgia de
Tobias Hell, decorados de Nikolaus Weber y vestuario de Bettina
Richter. La realización es una propuesta muy interesante, con un
elemento escénico principal formado por un vapor que realiza la
travesía del Nilo, la acción se traslada a los años veinte del
pasado siglo. Los guiños al cine son constantes, desde el vapor,
cuyo nombre es Tod
am Nil (Muerte
en el Nilo)
en clara referencia a Agatha Christie y su novela, llevada también al cine; como en fundidos realizados
con una tela que cubre el escenario y aparece proyectada una imagen
con textos como en las películas mudas. Mención especial merece
Bettina Richter con un vestuario muy atractivo y colorido. En general fue una propuesta
escénica muy inteligente, aprovechando todas las posibilidades de un
escenario, no muy grande, en el pequeño, pero coqueto Landestheater
salzburgués. Añadir que causó cierta confusión
inicial, la mezcla de los diálogos en alemán, con el canto en el
original francés, solución lógica, pues las partes habladas son
muy abundantes, pero que en el fondo, no es del todo satisfactoria.
Destacar el buen trabajo de todos los cantantes en las partes
habladas, teniendo en cuenta que algunos de ellos no tienen el alemán
como lengua materna.
En
lo vocal el conjunto fue bueno, todos cumplieron adecuadamente en sus partes,
con el protagonismo de Sergey Romanovsky y Laura Nicorescu en la
pareja principal. Del resto me gustó mucho la actuación de la
mezzosoprano Tamara Gura que encarnó el papel de Balkis, una de las
esclavas de Rezia, que es la que tiene un mayor protagonismo.
La
Orquesta del Mozarteum de Salzburgo sonó con su habitual buen nivel, con la
dirección ágil y dúctil del británico Adrian Kelly que redondeó
una divertida función operística en la que todos los elementos
estuvieron en su sitio, dentro de una normalidad que tanto echamos de
menos en España.
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