sábado, 19 de octubre de 2013

Richard Wagner: "Todavía debo al mundo el Tannhäuser"


"Todavía debo al mundo el Tannhäuser" escribía Cosima en su Diario el 23 de enero de 1883, apenas a tres semanas del fallecimiento de Richard Wagner. Richard y Cosima, habían mantenido una conversación sobre la ópera romántica de Wagner. Pero... ¿qué hacía que Wagner se preocupase aún por su criatura de juventud en tan tardía fecha? Voy a intentar responder a esta pregunta, contando la azarosa historia de esta bella ópera.

Richard Wagner en 1842. Dibujo de Ernst Benedikt Kietz
Comencemos por la gestación de la obra, primera en la que Wagner no va a utilizar un argumento preexistente, como en las cuatro anteriores óperas terminadas, sino que sobre la base de diferentes fuentes, conseguirá, con su gran capacidad de síntesis, un argumento original.
Las primeras ideas de la obra arrancan de la primera estancia del matrimonio Wagner en París (1839-1842), desastrosa en lo económico, pero buena en lo artístico. Wagner traería de Paris Rienzi, su primer éxito, y El holandés errante, la primera ópera auténticamente wagneriana. Wagner trabó amistad en Paris con el gran Heinrich Heine, de quién tomó el argumento para El holandés errante. La lectura del poema Tannhäuser, una leyenda de Heine, le iba a aportar algunos elementos para su drama. También conocía el poema de Ludwig Tieck El fiel Eckart y el Tannenhäuser.
Cuando los Wagner volvían derrotados de París hacia Alemania, con pena por dejar la gran ciudad, pero a la vez con añoranza de la patria, vislumbraron en el único momento en el que el cielo plomizo se abrió para dar paso a unos rayos de sol, la magnífica fortaleza del Wartburg. Era abril de 1842


Wartburg (Eisenach, Turingia) en 2009
El Wartburg, escenario de un célebre torneo de canto, acaecido en 1207 y conocido por Wagner por el relato de Los hermanos de Serapión de E.T.A. Hoffmann. Wagner profundizó más sobre las fuentes históricas de todos estos hechos y fue capaz de escribir el libreto de la ópera entre junio de 1842 y abril de 1843. En este tiempo llegaron los estrenos en Dresde de Rienzi y El holandés errante y el nombramiento como Maestro de Capilla de la Corte de Dresde.

Wagner se tomó muchas libertades con los personajes históricos. Bajo el gobierno del Landgrave Hermann de Turingia (personaje de la obra), se celebró el famoso Torneo de Canto del Wartburg en 1207, como ya hemos comentado. Participaron Wolfram von Eschenbach y Walther von der Vogelweide, personajes de la obra. Otros cantores, no pudieron estar presentes por no pertenecer a la época exacta. Al personaje de Elisabeth, Wagner le dio la imagen de Santa Isabel de Hungría, cosa imposible, pues este personaje histórico nació en 1207, año en el que se celebró el Torneo de Canto. Pero, lo más complejo, es el personaje protagonista. Un trovador llamado Heinrich von Ofterdingen si participó en el torneo. Todos los personajes de la obra, cuando se dirigen al protagonista lo hacen por el nombre de Heinrich, nunca por el de Tannhäuser. Sin embargo, el personaje histórico de Tannhäuser, un trovador ambulante, que prestó sus servicios para el Duque de Austria Federico II el Belicoso, y que tiene algunos aspectos, como el desprecio al amor cortés en favor del sensual, de nuestro rebelde protagonista; lo hizo a partir de 1240, por lo que no pudo participar el el Torneo del Wartburg. Otras versiones hablan del caballero Denhauser, que sirvió a otro Federico II, esta vez el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, de la dinastía de Hohenstaufen (1194 - 1250). Federico II se enfrentó al Papa, aspecto que si aparece en el libreto de Wagner.

Con todos estos elementos Wagner construyó la historia del Minnesänger (trovador, aunque literalmente sería cantor del amor) Tannhäuser, que tuvo amores con la diosa Venus, a la que abandonó por hastío. Volvió al Wartburg al enterarse por Wolfram von Eschenbach que Elisabeth, la sobrina del Landgrave Hermann le amaba. Participó en el Torneo de Canto del Wartburg, en el que escandalizó a los asistentes al cantar su Oda a Venus. Se salvó de morir por la actuación de Elisabeth, que ordenó deternerse a la horda enfurecida de caballeros que querían matarle en pecado mortal. Peregrinó a Roma, para conseguir el perdón del Papa, pero sólo consiguió la condena eterna. El Papa le sentenció con estas palabras: igual que el báculo que llevo en la mano nunca volverá a florecer, tampoco florecerá para ti la salvación. Volvió a Turingia, intentando buscar a Venus, pero al enterarse que Elisabeth había fallecido de pena esperándole, murió también. Pronto llegaron los jóvenes peregrinos de Roma, con el báculo del Papa reverdecido. Tannhäuser había encontrado la salvación.

  Wilhelmine Schröder-Devrient y Joseph Tichatschek (1845)

Os dejo un enlace con el libreto para los que estéis interesados en leer la historia completa de nuestro trovador.

Wagner compuso la música en dos años, desde abril de 1843 a abril de 1845. El estreno, tuvo lugar en Dresde, en el Teatro de la Corte, el 19 de octubre de 1845 con el título de Tannhäuser und der Sängerkrieg auf Wartburg (Tannhäuser y el Torneo de canto del Wartburg).

Dresde: Semperoper. Aquí se alzaba el Teatro del estreno de Tannhäuser
El estreno dividió al público, gustaron algunos números, pero, en general, no se entendió el final. La escena de la narración de Roma desconcertó a los asistentes. En ello tuvo parte de culpa Joseph Tichatschek que encarnaba al protagonista. Excelente de voz, pero de dramatismo limitado. Además, la muerte de Elisabeth no estaba suficientemente bien expresada, ni en el libreto, ni en la música.

Para la reposición de 1847, Wagner revisó la obra, cambió el preludio del tercer acto y amplió la última escena, con la aparición de Venus y la procesión de caballeros con el féretro de Elisabeth. Esta versión revisada, es la que conocemos como versión de Dresde.

Antes de pasar a ver las siguientes revisiones, vamos con la música. Wagner nos ofrece aquí un drama romántico en el que se enfrentan dos mundos, lo sagrado y lo profano. Ya en la obertura, una de las mejores del periodo romántico, Wagner describe ese enfrentamiento. Se inicia con la melodía del coro de viejos peregrinos, símbolo de lo sagrado. La sección central (4:16) está dedicada a la Venusberg, el mundo pagano. Una música mucho más viva, sensual lo impregna todo. El climax de la obertura llega con el canto de la Oda a Venus que más tarde aparecerá hasta cuatro veces en la obra (5:47). Sigue la música apasionada, con su toque erótico, hasta repetir nuevamente la Oda (8:44). Cuando parece que lo profano va a imponerse, reaparece el coro de peregrinos en las trompas (10:44). El mundo sagrado ha vencido, Tannhäuser ha alcanzado su salvación. La versión corre a cargo de Christian Thielemann con la Orquesta Filarmónica de Múnich. No elegí la versión por el invitado muy especial que aparece al final del video, pero creo que resulta adecuado.
 

Tannhäuser supone un avance importante en lo musical sobre El holandés errante e incluso, me atrevería a decir, sobre el más perfecto Lohengrin. Lo primero que hace Wagner en esta obra es eliminar la división por números, en aras de un mejor desarrollo dramático. Aquí, el protagonista no tiene una gran aria de lucimiento para que, interrumpida la música, el teatro puesto en pie le ovacione. Sin embargo, tiene una de las escenas más originales compuestas por Wagner hasta el momento, la narración de Roma. Luego volveremos sobre ella.

Pero comencemos por el principio. En la primera escena Tannhäuser se quiere despedir de la diosa Venus, ella intenta que el trovador permanezca a su lado. Tres veces cantará Tannhäuser su oda y tres veces acabará con los versos Oh Reina, Diosa! Déjame partir! Ella intentará seducirle con su única escena solista (4:08), esta fuera de lugar hablar de aria. Finalmente Tannhäuser partirá. Spass Wekkoff y Gwyneth Jones, con la Orquesta del Festival de Bayreuth dirigida por Colin Davis, nos sirven esta escena.

 
El coro juega un papel destacado en Tannhäuser, pero no como un número aislado, sino con una función dramática. El coro nos va a indicar en el tercer acto el paso del tiempo, y eso sólo se puede lograr si se plantea desde los actos anteriores. Aquí Tannhäuser llega al mundo exterior, un pastorcillo cuida su rebaño, Tannhäuser reza frente a la imagen de la Virgen. poco a poco se acercan los viejos peregrinos con su canto. Van a Roma, a la fiesta del perdón. Tannhäuser se une a ellos en su canto y se queda rezando en el valle. El canto, cada vez más apianado, muestra a los peregrinos perdiéndose en la distancia.


Llegan el Landgrave y los cantores, reconocen a Tannhäuser, Heinrich como le llaman, intentan, en vano, convencerle de que vuelva. Sólo Wolfram von Eschenbach al nombrar a Elisabeth y dar a Tannhäuser la noticia de que ella le ama, hace que el trovador cambie de opinión. Este bello final, aún con la supresión de números guarda una reminiscencia de la Grand Opera francesa. Escuchamos este final en una representación del Gran Teatre del Liceu de Barcelona con Markus Eiche como Wolfram y Peter Seiffert como Tannhäuser, dirige Sebastian Weigle.


El acto segundo comienza con uno de los números más conocidos de la obra, aquí si podemos hablar de aria, aunque al final la música no espere a los aplausos. Elisabeth canta su alegria por volver a la sala de los cantores, bueno, por eso y por que el que vuelve es su Heinrich. Elisabeth Grümmer, la Elisabeth, como indica su nombre, con la Ópera Estatal de Berlín, dirigida por Franz Konwitschny, nos canta Dich teure Halle (A ti sala querida).
 


Tras un dúo que acaba muy a lo Grand Opera, en el que por unas frases de Wolfram nos enteramos de que él también está enamorado de Elisabeth, se prepara el torneo y llegan los invitados. Otra vez el coro, precedido de la marcha, tiene un papel teatral, dar tiempo a que la escena se prepare para la escena del torneo de canto. El Coro y Orquesta del Gran Teatre del Liceu con Sebastian Weigle a la batuta interpretan la escena.


Empieza el torneo. El tema elegido es el amor. Wolfram canta al amor cortés y es ovacionado. Tannhäuser le responde con matices de amor sensual, sólo Elisabeth aprecia su canción. Walther le reprende volviendo a la senda de Wolfram, nueva ovación para él. Tannhäuser le contesta, le acusa de desfigurar el amor, sólo Elisabeth le aplaude. El enfrentamiento llega con Biterolf, sacan sus espadas. Interviene el Landgrave y Wolfram intenta volver a la senda de la paz. En su locura, Tannhäuser le interrumpe y canta la Oda a Venus. Las damas huyen de la sala. Los caballeros van a matar a Tannhäuser, la intervención de Elisabeth lo evita. Veamos la última intervención de Wolfram y la Oda a Venus que canta un Tannhäuser fuera de si. Bernd Weikl y Spas Wenkoff con los conjuntos de Bayreuth dirigidos por Colin Davis nos sirven la escena.


Al final, Tannhäuser, en un bello concertante, es conminado a peregrinar a Roma, partirá con los jóvenes peregrinos, recordemos que los viejos partieron en el acto primero. Tras el canto de los jóvenes peregrinos la escena acaba con el Nach Rom! (¡A Roma!) cantado por Tannhäuser y repetido por todos. Una vieja versión de 1951 de la Ópera de Baviera, con Robert Heger a la batuta, Otto von Rohr como el Landgrave y August Seider como el pecador Tannhäuser. Elisabeth es Marianne Schech.


El tercer acto se inicia con un preludio que muestra el peregrinaje de Tannhäuser a Roma. El material temático aparecerá después en la narración de Roma que cantará Tannhäuser. Lo escuchamos en la versión de Robert Heger con la Orquesta Estatal de Baviera.


Nos acercamos al momento más célebre de la obra. Ha pasado un tiempo, Elisabeth y Wolfram esperan el retorno de Tannhäuser con los peregrinos. A lo lejos se oye el canto de los primeros en llegar, pero Tannhäuser no regresa con ellos. El coro nos da idea de la dimensión temporal, los primeros en partir ya han regresado. Los conjuntos del Teatro de San Carlo de Nápoles con Gustav Kühn interpretan el número más conocido de Tannhäuser.


Elisabeth reza una plegaria y se retira. Wolfram canta su célebre Canción de la estrella en el convencimiento de que Elisabeth pronto dejará este mundo. Pide a la estrella del atardecer que salude al alma de Elisabeth en su viaje al cielo. Aquí volvemos a una página que se podría denominar aria, pese a que la música del final se une a la tardía llegada de Tannhäuser. Dietrich Fischer-Dieskau con veintinueve años, quién no, con los conjuntos de Bayreuth dirigidos por Joseph Keilberth interpretan la gran página solista de Wolfram.


Por fin, llega un harapiento y casi desconocido Tannhäuser. Busca el camino del Venusberg. Preguntado por Wolfram, relata su viaje a Roma. En esta página se ve que el Wagner grande, el de los dramas musicales, está llamando a la puerta. Página muy complicada de interpretar que desconcertó al público dresdense del estreno. Inicia su historia describiendo lo penoso del peregrinaje que el aún ha endurecido más, caminando descalzo fuera de la senda y por la nieve. Hasta ha cruzado Italia con los ojos vendados para no ver sus bellos campos. Una música majestuosa en los metales describe Roma, la capital de la cristiandad (3:30). Una melodía en las maderas está relacionada con el perdón, ya la usó Wagner en La prohibición de amar, y lo volverá a hacer en Parsifal, es una variación sobre el Amen de Dresde. A Tannhäuser le llega el turno de la confesión, y oímos la terrible condena del Papa, es más fácil que el báculo que lleva en la mano florezca de nuevo, que Tannhäuser alcance la salvación (6:23). Cae inconsciente. Se escucha la música del perdón (8:00), pero el trovador exclama: ¡sentí asco del sagrado canto! (8:29). Desesperado el trovador vuelve a buscar refugio con la diosa Venus (8:52). Max Lorenz en 1942 con la Ópera Estatal de Berlín dirigida por Arthur Rother interpretan la escena.


Vuelve a aparecer Venus, Tannhäuser está a punto de condenarse, pero Wolfram utiliza su último recurso, invoca el nombre de Elisabeth. Venus desaparece, derrotada. Los caballeros traen el féretro de Elisabeth, que goethianamente, ya está rezando ante Dios por su pecador amado. Tannhäuser muere y aparecen en escena los jóvenes peregrinos. Se han rezagado en Roma, porque alguien tenia que traer el báculo del Papa, de nuevo reverdecido. El pecador ha alcanzado su salvación. Como diría Goethe, el eterno femenino le atrae hacia las alturas.




Tras Tannhäuser, llegó la composición de Lohengrin, les revueltas de Dresde de 1849 y el exilio en Suiza. Lohengrin se estrenó en 1850. En los siguientes diez años Wagner escribió el poema de El Anillo del Nibelungo y compuso El oro del Rin, La walkyria y Tristan e Isolde. Pero nuestro compositor no había estrenado nada en ese tiempo. Su momento iba a llegar, París volvió a llamar a Wagner. La Ópera de París iba a estrenar Tannhäuser.

Cualquier obra que se estrenase en París tenía que tener su correspondiente ballet. Wagner compuso la Bacanal que iba a seguir a la obertura. Además modificó la escena de Venus y Tannhäuser con la que se inicia la obra. Realizó cambios en la orquestación y suprimió la intervención solista de Walther en el torneo de canto, fusionando las dos intervenciones de Tannhäuser. Por supuesto, el texto se tradujo al francés.

Esta versión, la tercera de la obra, se estrenó en París el 13 de marzo de 1861. El escándalo del estreno es uno de los mayores de la historia de la ópera. Los caballeros del Jockey-Club boicotearon la función. Ellos llegaban tarde a la ópera, después de cenar y su pasatiempo era ver el ballet y las piernas de las bailarinas, algunas de ellas amantes de los distinguidos caballeros ¿Cómo se atrevía ese soberbio teutón a poner el ballet nada más comenzar la obra? Tannhäuser fue retirada tras tres representaciones.

Para Múnich, dónde se estrenó el 1 de agosto de 1867, se conservó la versión de París con el texto en alemán. Fue en Viena el 22 de noviembre de 1875 cuando Wagner modificó el final de la obertura uniendo la sección central con la bacanal sin la repetición del coro de peregrinos. Con este cambio se finalizó lo que hoy conocemos como Version de Paris, que en realidad es la cuarta versión de la obra.

El problema, que preocupó a Wagner hasta sus últimos días, es que no hay una versión definitva. La bacanal y la nueva escena de Venus y Tannhäuser son magníficas, pero tienen un gran problema. Wagner ya había compuesto Tristan al reelaborar esta parte de la obra. El estilo en que está compuesta la escena suena a Tristan y queda extraño en comparación con las escenas que siguen. Aquí un veterano René Kollo y la maravillosa Waltraud Meier con la Ópera de Baviera dirigida por Zubin Metha interpretan la versión de París de la escena de Venus y Tannhäuser. Siempre que veo esta escena, me pregunto por qué se quería marchar el trovador del lado de Venus, debía estar ciego.


Wagner no llegó a solucionar el problema de Tannhäuser, pero no importa, Dresde, París o un híbrido como éste de Bayreuth de 1978, con dirección de Colin Davis (subtítulos en español), siempre nos van a hacer disfrutar de una de las óperas más bellas jamás compuestas. Luego vendrían los dramas musicales, pero eso es otra historia.

vía debo al mundo el Tannhäuser», Diario de Cosima, 23 de enero de 1883, tras una charla con Cosima sobre la resolución del Canto del pastor de Tannhäuser y del Coro de Peregrinos - See more at: http://www.archivowagner.com/indice-de-autores/203-textos-sobre-wagner-y-su-obra/602-tannhaeuser-und-der-saengerkrieg-auf-wartburg-grosse-romantische-oper-in-3-akten-1859-60-handlung-in-3-aufzuegen#sthash.erEBoTAD.dpuf

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