lunes, 3 de abril de 2017

Noche "welsunga". Noche transfigurada



En la entrada de hoy vamos a asistir a un concierto imaginario. Lo componen dos obras muy diferentes, raramente tocadas en una misma sesión. De hecho, una de ellas pertenece al mundo de la escena. Alguna vez se han interpretado juntas. Cuando así ha ocurrido, hemos asistido a un concierto fascinante y, aunque parezca extraño, de una gran coherencia en el programa.

Fürstenweg, Freilassing al atardecer en otoño


Nos sentamos en nuestra localidad. No es una gran orquesta la que nos espera. O tal vez si. La obra es sólo para instrumentos de cuerda, pero no hay menos de sesenta músicos en el escenario. Leemos rápidamente el programa: Arnold Schönberg (1874 – 1951): Verklärte Nacht (Noche transfigurada), op. 4, versión para orquesta de cuerdas de 1943. Bueno, nos espera una obra del siglo XX, cosa que siempre produce inquietud entre el público. Miramos la segunda página del programa y vemos que hay un poema. Nos apresuramos a leerlo antes de que se apaguen las luces.

Zwei Menschen gehn durch kahlen, kalten Hain;
der Mond läuft mit, sie schaun hinein.
Der Mond läuft über hohe Eichen;
kein Wölkchen trübt das Himmelslicht,
in das die schwarzen Zacken reichen.
Die Stimme eines Weibes spricht:                             
„Ich trag ein Kind, und nit von Dir,
ich geh in Sünde neben Dir.
Ich hab mich schwer an mir vergangen.
Ich glaubte nicht mehr an ein Glück
und hatte doch ein schwer Verlangen
nach Lebensinhalt, nach Mutterglück                       
und Pflicht; da hab ich mich erfrecht,
da ließ ich schaudernd mein Geschlecht
von einem fremden Mann umfangen,
und hab mich noch dafür gesegnet.
Nun hat das Leben sich gerächt:
nun bin ich Dir, o Dir, begegnet.“
Sie geht mit ungelenkem Schritt.
Sie schaut empor; der Mond läuft mit.
Ihr dunkler Blick ertrinkt in Licht.
Die Stimme eines Mannes spricht:
„Das Kind, das Du empfangen hast,
sei Deiner Seele keine Last,
o sieh, wie klar das Weltall schimmert!
Es ist ein Glanz um alles her;
Du treibst mit mir auf kaltem Meer,
doch eine eigne Wärme flimmert
von Dir in mich, von mir in Dich.
Die wird das fremde Kind verklären,
Du wirst es mir, von mir gebären;
Du hast den Glanz in mich gebracht,
Du hast mich selbst zum Kind gemacht.“
Er faßt sie um die starken Hüften.
Ihr Atem küßt sich in den Lüften.
Zwei Menschen gehn durch hohe, helle Nacht.

Richard Dehmel 
Dos personas caminan por un desnudo y frío bosque; 
la luna pasa sobre ellos, se miran en ella.
La luna pasa sobre los altos robles;
ni una nube oscurece la luz del cielo
donde las negras ramas se extienden.
La voz de una mujer habla:
“Llevo un niño, y no es tuyo,
camino en pecado junto a ti,
he cometido una gran ofensa contra mí misma.
Yo ya no creía que pudiese ser feliz,
y sin embargo, tenía el fuerte deseo
de sentir la plenitud, la felicidad de ser madre.
Y por ello, he cometido un descaro,
así que, temblando, entregué mi sexo
a los brazos de un hombre extraño,
y así quedé embarazada de él.
Ahora la vida se ha cobrado su venganza:
Ahora te pertenezco, oh, te he encontrado.”
Ella camina con paso torpe.
Ella levanta la vista; la luna corre sobre ellos.
Sus ojos oscuros se ahogan en la luz.
La voz de un hombre dice:
“Que ese niño, ese que tu has recibido,
no sea una carga para tu alma,
sólo hay que ver ¡cuán claro brilla el universo!
Hay un resplandor en todas las cosas
Ibámos a la deriva por un frío mar,
pero una calidez especial parpadea
desde ti hacia mí, desde mí hacia ti.
Esa llama transfigurará al niño,
al que darás vida, como si fuese mío.
Tú me has traído la luz,
has hecho un niño de mí.”
Él posa su mano en sus anchas caderas
mientras sus alientos se entremezclan en el aire.
Dos personas caminan en la excelsa y brillante noche.

Richard Dehmel

La obra tiene un solo movimiento, pero está dividida en varias secciones. Al parecer es un poema sinfónico, pero sólo para cuerdas. Pero la pieza, es más antigua que ese 1943 que indica el programa. Hoy se toca una versión para orquesta de cuerda, pero el original es un sexteto para dos violines, dos violas y dos violonchelos.  La composición es de 1899, apenas tres años posterior a la publicación del poema de Dehmel en la colección Weib und Welt (Mujer y mundo).

Arnold Schönberg fotografiado por Man Ray (1927)

La obra comienza, lenta, pesante. Impresiona ver como sesenta instrumentos de cuerda nos meten de golpe en ese frío bosque. Dos personas caminan en silencio. Caminan lentamente, así lo refleja el pesante ritmo de la orquesta. Algo parece brillar entre los árboles. Es la luna que mira curiosa a los dos paseantes. Hace muchísimo frío. La orquesta se agita, parece que la mujer quiere decir algo, aunque casi no se atreve a hablar.  Finalmente la mujer se decide y empieza a contar su historia (3:44). La música se vuelve inquieta cuando dice que va a tener un hijo y no es de su compañero. La orquesta refleja la angustia que siente la mujer, al confesar su, así lo cree ella, pecado. La música se dulcifica al recordar los momentos felices en los que ella encontró a su amigo (6:59) y así continúa su explicación. Al final la orquesta parece dictar sentencia, cuando la cuerda grave (8:28) corta la conversación. Sigue una tensa espera mientras la pareja sigue caminando. Es como un interludio de cinco minutos en el que la mujer pasa por diferentes estados de ánimo, aunque siempre acaba sintiéndose culpable. Va a hablar el hombre (14:51). Algo cambia en la música, todo parece ahora más luminoso y cálido. Las palabras de aceptación del hombre lo han cambiado todo. La noche fría se ha transfigurado (16:30). Ya dos seres humanos caminan, pero por una brillante y excelsa noche.

Para contar todo esto Schönberg se valió siempre de una escritura tonal. La obra comienza con un re menor y acaba tras la transfiguración en un luminoso re mayor. Pero entre principio y fin hay constantes cambios de tonalidad. Schönberg ha seguido las normas pero al igual que Wagner en Tristan e Isolda, lo ha llevado todo al extremo, consiguiendo una música nueva, a la que los vieneses, amantes de compás de tres por cuatro, no estaban acostumbrados.

Verklärte Nacht de Schönberg se estrenó el 18 de marzo de 1902 en Viena. La reacción del público fue negativa, fue el primer escándalo, que no el último, por el estreno de una obra de Schönberg en Viena. 








La segunda parte del concierto la ocupa una sola obra, como en la primera parte. La Walkyria, acto I de Richard Wagner leemos en nuestro completo programa, que además de toda la información sobre los intérpretes y unas completas notas sobre las obras, trae además el texto de esta obra para que podamos seguirlo durante la escucha.

Se apagan las luces nuevamente y suena la orquesta, ahora una imponente orquesta sinfónica completa con un importante contingente en los metales. Un ostinato nos lleva a la carrera de un joven. Estamos en un bosque frío, parece el final del invierno. Nuestro protagonista huye desarmado, a lo lejos se escuchan los cuernos de caza de sus perseguidores. El cielo está negrísimo, no tarda en comenzar la tormenta. Nuestro joven ve una cabaña y exhausto entra en ella. Sea de quién sea esta casa, tengo que descansar, dice, antes de caer agotado. La orquesta cambia ahora el ambiente tormentoso por una música triste, con las violas marcando el color básico, un poco gris. En la casa hay una mujer joven.  Mira sorprendida al extraño. Se apresura a llevarle hidromiel. Se miran, como si se reconocieran. Se entrecruzan unas breves preguntas. Hay una corriente de simpatía entre ellos. La mujer y la casa pertenecen a Hunding dice ella. Él responde a las preguntas de la mujer, diciendo que el infortunio le persigue. De repente, el joven se levanta y decide marcharse, no quiere traer la desgracia a este lugar. La mujer lo retiene, no puedes traer el infortunio a donde ya habita desde hace tiempo. Así, nuestro joven decide esperar a Hunding.

Se oye a lo lejos un tema amenazante. Poco a poco crece en intensidad hasta que Hunding entra en la cabaña. Pregunta a su mujer por el extranjero y lo acepta como huésped según las leyes de la hospitalidad. Enseguida nota Hunding que en los ojos del joven brilla la misma chispa que en los de su mujer. Manda a su mujer a que les traiga la comida y pregunta al extraño por su nombre. 

El joven comienza su historia. Quisiera ser el Portador de la Paz o el Mensajero de la Felicidad, pero debe llamarse Portador de la Desgracia (Wehwalt). Comienza el relato hablando de su padre, a quién llamaban Lobo. Hunding se sorprende, había oído hablar de las hazañas de Lobo y de su hijo. Sigue contando que un día volvieron a casa. Estaba quemada, allí estaba el cuerpo de su madre, pero ni rastro de su hermana. Muchos hombres atacaron a Lobo y a Lobezno, al final, en la batalla, se vieron separados. Desde entonces nuestro joven no ha vuelto a ver a su padre. Desde entonces vaga solo por los bosques. No tiene amigos, todos le vuelven la espalda.

Al final la mujer pregunta cómo llegó a esta casa. El joven cuenta que intentó salvar a una doncella que iba a ser obligada a casarse con un hombre al que no amaba. Él la defendió hasta que ella también cayó muerta en la batalla, su lanza y su escudo se quebraron y tuvo que escapar, desarmado por el bosque. 

Entonces Hunding estalla, es el enemigo que estaba buscando, él también había estado en la lucha de parte de los parientes de la novia. Esta noche protegen al huésped las leyes de la hospitalidad, pero por la mañana Hunding lo retará en combate a muerte.

Hasta ahora hemos visto una orquesta excitada ante el relato del joven. Los belicosos metales subrayaban los momentos más heroicos del relato, ahora la música ha cambiado. Está oscuro, las últimas llamas del hogar se extinguen. Al irse a dormir con Hunding, la mujer señaló insistentemente, con la mirada, a un punto en el tronco del fresno del centro de la estancia. Nuestro héroe comienza ahora un soliloquio, recuerda que su padre le prometió una espada cuando el mayor peligro le acechara. Ese es el momento, y el joven implora a su padre, llamándole por primera vez por su nombre, Wälse. Algo brilla en el tronco, con las últimas brasas de la hoguera. El joven lo compara con los ojos de la mujer, de la que se ha enamorado. Al final, se arrebuja en su manta y se dispone a descansar un poco. 

Apenas ha cerrado los ojos nuestro joven, oye como la mujer pregunta si duerme. Ella ha añadido un somnífero a la bebida de Hunding para que puedan estar tranquilos. Ella sabe dónde se esconde un arma, con la que el hombre pueda defenderse mañana. Entonces comienza un relato. El clan de los hombres se había reunido para celebrar la boda de Hunding. Ella, la novia, estaba triste, había sido raptada y se iba a casar contra su voluntadEntonces, un anciano entró en la sala, miró a todos con un solo ojo, el otro lo tenía tapado con el sombrero. Su mirada heló la sangre de los hombres, sólo al llegar a ella, cambió su semblante y le sonrió. Aquellos que hayan oído El oro del Rin ya saben quién es el anciano. La música que acompaña el relato de la mujer es la misma con la que Wotan saludó a su nueva residencia, el Walhalla. Pero volvamos al relato. El anciano sacó una espada formidable de su manto y la hundió hasta la empuñadura en el tronco del fresno, allí donde señalaban los ojos de la mujer. Cuando el anciano se fue, varios hombres probaron a sacar la espada. No se movió ni un milímetro. Se organizaron partidas de guerreros que vinieron a centenares a conseguir la espada. Allí sigue desde entonces, esperando a su verdadero dueño. Y aquí acaba la música épica y empieza la apasionada, porque la mujer estalla, ojalá el extranjero fuera el merecedor del arma. 

El joven le responde igualmente apasionado, se están declarando su amor, pero de repente el viento abre de golpe la ventana, fuera se ve una noche estrellada, sin las nubes de tormenta del comienzo, la luz de la luna lo inunda todo. Al igual que pasaba con la pareja que paseaba por el sombrío bosque, aquí la noche también se ha transfigurado. Nadie ha salido, pero alguien ha entrado, dice el joven, mira, la primavera sonríe en la sala. Y aquí comienza la hermosa canción de la primavera, el célebre Winterstürme wichen den Wonnemond (Las tormentas invernales ceden ante el dulce mayo). Aquí con un verso fuertemente aliterado (con la W y la L, fundamentalmente), Wagner compone una de esas músicas mágicas, con una exquisita orquestación que llama la atención del oyente desde la primera escucha. Si además canta un tenor con buena línea de canto y acentos baritonales (Lauritz Melchior, Jon Vickers, James King, Franz Wölker) el momento puede ser inolvidable.

Aquí, como no me resisto a ponerlo, escuchamos el Winterstürme en la voz de Lauritz Melchior con la Orquesta Filarmónica de Viena, bajo la dirección de Bruno Walter, en la famosa grabación EMI de 1935 con el primer acto de La Walkyria, disco imprescindible para cualquier oído sensible.

 

Luego viene las diferentes intervenciones de la pareja, con permanente lirismo y con una orquestación maravillosa, que hace que la obra parezca mucho más moderna en el tiempo de lo que es, 1855. 
Al final, la mujer empieza a preguntar por el verdadero nombre del joven. Ya no es el Portador de la Desgracia, bueno, quizá si, pero eso será otra historia. Al final dice ella, pero no nombraste a tu padre como Lobo. Un lobo para los cobardes zorros, responde él y dice el verdadero nombre de su padre, se llamaba Wälse, por tanto, él es un welsungo. Aquí la mujer ya ha reconocido al hombre, y le da su verdadero nombre Siegmund, el Mensajero de la Victoria
Con su nuevo nombre, Siegmund se dirige al fresno y da nombre a la espada, Nothung, la hija de la necesidad. Cuando la toma por la empuñadura y canta Heiligster Minne, höchste Not (Del sagrado amor, la mayor necesidad), lo hace sobre una melodía que ya hemos escuchado en El oro del Rin. Este leitmotiv que aparece pocas veces, pero en importantes momentos, está relacionado con la renuncia al amor. Wotan, Wälse o Lobo en sus correrías entre los humanos ha preparado una espada invencible para su hijo Siegmund. Estamos ante el mismo mito que Excalibur, la espada mágica encerrada en la roca, que sólo está destinada al verdadero heredero del rey. Lo que ocurre es que Wotan se verá obligado en el acto segundo a retirar su protección a Siegmund y provocar su derrota. Junto antes de que la espada salga del tronco, Wagner ya nos ha dicho que esa espada no es más que un hierro inútil que se quebrará con facilidad, porque Wotan ha renunciado al amor por su hijo.
Pero eso pasará en el acto segundo, aquí estamos en un concierto y al final del primer acto, nos iremos a casa, por tanto lo que interesa es que inmediatamente Siegmund tomará la empuñadura de la espada y la sacará del tronco sin ningún esfuerzo, mientras en el climax orquestal suena potente otro leitmotiv que escuchamos al final de El oro del Rin cuando Wotan saluda a su fortaleza. Este tema de la espada deriva del tema del Walhalla y tendrá protagonismo en grandes momentos del ciclo. 
Ya estamos acabando y se conoce el resto del misterio, la mujer se llama Sieglinde y es la hermana de Siegmund, aquella que desapareció cuando las hordas de los hombres atacaron la casa del Lobo y mataron a su mujer. Estamos en tiempos míticos y con una estirpe de semidioses, así que Sieglinde y Siegmund se unirán para tener un hijo. 

Siegmund con la espada Nothung en la mano recibe el abrazo de Sieglinde. Escenografía para el estreno en Bayreuth en 1876

Poco sabemos del hijo de la pareja que paseaba por el sombrío bosque. En la Viena de principios de siglo XX en la que nació, le tocaría ver como se desmoronaba en Imperio de los Habsburgo y como después iba a llegar la anexión de la Alemania nazi y la Segunda Guerra Mundial. Si sobrevivió a todo, tuvo una gran historia que contar.

Del otro niño, lo sabemos todo. Se cr huérfano de padres con un ambicioso nibelungo que aspiraba, a que ya adulto, consiguiese para él el tesoro de los nibelungos. Este nibelungo, el mejor herrero del mundo, era incapaz de volver a forjar la espada rota que el jovencito heredó de su padre. Sólo la podía volver a forjar aquél que no conociese el miedo. Así nuestro joven forjó la espada, mató al dragón Fafner, que protegía el tesoro de los nibelungos y se hizo con el anillo del nibelungo. Después cruzó una muralla de fuego para despertar a la más maravillosa de las novias. Más tarde tendría tratos con los humanos que lo engañarían, traicionaría a su novia y sería traicionado y asesinado por la espalda. Con su muerte provocaría El Ocaso de los Dioses y así sa acabaría el dominio de los crueles dioses nórdicos para devolver la tierra al ser humano. Por cierto este niño, se llamó Siegfried.





Las grabaciones con las que ilustro la entrada pertencen a Herbert von Karajan con la Orquesta Filarmónica de Berlín. Gundula Janowitz, Jon Vickers y Martti Talvela son los solistas en el primer acto de La Walkyria

Quienes me conocen saben que no soy un fan de Karajan, sin embargo me parecen dos grabaciones muy adecuadas para esta versión de concierto. Prima, como siempre el bien sonar,  y Karajan consigue momentos realmente hermosos. Los solistas de La Walkyria están estupendos, pese a que la crítica fue inclemente con Gundula Janowitz, demasiado lírica para su cometido. Está claro que Janowitz no es Leonie Rysanek, pero tiene una voz muy hermosa y luminosa y en el primer acto está muy bien, es cierto que en el tercero está sobrepasada en la escena de su despedida, pero al tecer acto aquí no llegamos. 

Por otra parte, Karajan, grabó un album de cuatro Vinilos con música de la Segunda Escuela de Viena, cuando nadie grababa esta música. Los directivos de Deutsche Grammophon eran reacios a la grabación, así que Karajan financió los costes de su bolsillo. Hoy en tres CD's sigue siendo uno de los superventas de Deutsche Grammophon. Muchas gracias Señor Karajan.

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