jueves, 23 de marzo de 2017

Tres rusos y un francés

Aunque el título parece que sea el inicio de un chiste, la realidad es que nos va a relatar la génesis de una de las obras más conocidas de la historia de la música y que fue una obra maestra gracias, precisamente, a tres rusos y un francés.

Nuestro primer ruso fue Viktor Alexandrivich Hartmann (1834-1873) fue un arquitecto y pintor ruso. Hacia 1870 Hartmann conoció al grupo de Mily Balakirev, grupo de compositores rusos conocido como el Grupo de los cinco, compuesto además por Cesar Cui, Alexander Borodin, Nikolai Rimsky-Korsakov y Modest Mussorgsky.

Viktor Hartmann


Modest Petrovich Mussorgsky (1839-1881) fue nuestro segundo ruso. A partir de ese 1870 se convirtió en intimo amigo de Hartmann. Mussorgsky, compositor bien conocido del gran público por un par de brillantes obras, ha pasado a la historia como un dilettante con gran talento, pero con escasa formación musical reglada, lo que hizo que otros amigos, léase Rimsky-Korsakov, tenían que acabar y orquestar sus obras.

 
Modest Mussorgsky

Toda esta leyenda, es falsa en su mayoría. Modest Mussorgsky fue el más genial creador del Grupo de los cinco. Su problema es que no era músico a tiempo completo, era militar de profesión lo cual restó horas de trabajo en sus obras. Además, tuvo un grave problema de adicción al alcohol que acabó con su vida con sólo cuarenta y dos años. Sin embargo, las obras que dejó completas Boris Godunov en sus dos versiones, por ejemplo, son superiores en la versión original de Mussorgsky que en las orquestaciones de Rimsky-Korsakov.

En esta historia musical, Mussorgsky es el personaje más importante. Aunque la música va a girar alrededor de Hartmann. Nuestro pintor falleció en 1873, con sólo treinta y nueve años. Mussorgsky se quedó profundamente conmovido por esta pérdida.

En 1874 los amigos de Hartmann organizaron una exposición, en memoria del pintor fallecido, en la Academia de las Artes de San Petersburgo. Allí se expusieron más de cuatrocientas obras de Hartmann.

Uno de los visitantes de la exposición fue, naturalmente, Modest Mussorgsky. El recuerdo del amigo fallecido y los cuadros allí expuestos se fueron convirtiendo en música gracias a la gran imaginación del compositor.

El piano comenzaba con un tema. El paso entre sala y sala en la que se exponían los cuadros. Después llegaban las imágenes musicales de muchos de ellos. Había nacido una de las más célebres obras de la literatura pianística de todos los tiempos, su nombre fue Cuadros de una exposición, su autor Modest Mussorgsky.




Viktor Hartmann: "Baile de los polluelos en sus cascarones"



 
Hartmann: "Judío pobre, Schmuyle"
Hartmann: "Judío rico, Samuel Goldenberg"










Hartmann: Catacumbas


Modest Mussorgsky retrató musicalmente los siguientes diez cuadros de Hartmann:

Paseo
1. Gnomos
Paseo
2. El viejo castillo
Paseo
3. Tullerías (Disputas de ninos jugando)
4. Bydlo (Carreta tirada por bueyes)
Paseo
5. Baile de los polluelos en sus cascarones
6. Samuel Goldenberg y Schmuyle
Paseo
7. Limoges. El mercado
8. Catacumbas. Sepulcros romanos
Cum mortuis in lingua morta (Con los muertos en una lengua muerta)
9. La cabaña sobre patas de gallina. Baba Yaga
10. La Gran Puerta de Kiev

Entre algunos de los cuadros se intercala una pieza, Paseo, siempre con la misma melodía pero con cambios que reflejan los diferentes estados de ánimo que nos provoca la visión de los cuadros. El cambio más genial lo introduce Mussorgsky tras el cuadro Catacumbas. Ese Cum mortuis in lingua morta, no es más que una variación del Paseo. Es la última vez que aparece y nos transmite una cierta sensación de opresión de estar en un lugar con falta de aire fresco.

No hay que detenerse mucho en explicar cada cuadro, Mussorgsky hace un trabajo tan magistral que sólo hace falta leer el nombre del movimiento y escuchar la música.

Escuchemos Cuadros de una exposición en la apabullante interpretación de Sviatoslav Richter en 1958.



Pero pasa algo cuando acabas de escuchar la versión original de Cuadros de una Exposición. Es como si la obra estuviera incompleta. Es una obra que pide a gritos una versión orquestal. Y es ahí donde aparece el tercer ruso de esta historia.

Serge  Koussevitzky (1874-1951) fue el director de la Orquesta Sinfónica de Boston entre 1924 y 1949. Casado con una rica heredera pudo dedicarse a lo que más le gustaba, el mecenazgo de nuevos talentos rusos. Abandonó su patria tras la Revolución de Octubre de 1917 y tras un breve paso por Europa, se instaló definitivamente en los Estados Unidos de América y durante 25 anos rigió el destino de una de las Big Five orquestas de los Estados Unidos. En 1937 fundó el Festival de Tanglewood.

Pero volvamos a 1922 con Koussevitzky aún en Francia. Allí fundó los Concerts Symphoniques. Y allí pensó lo que pensamos todos, a los Cuadros de una Exposición de Mussorgsky les vendría de maravilla una orquestación. Claro, además estando en Francia, no debía ir muy lejos para buscar al músico que pudiera orquestar los Cuadros con la calidad que exigía la obra.

Y aquí aparece nuestro francés, que no es otro que Maurice Ravel (1875-1937). El compositor francés, líder del impresionismo musical  junto a Claude Debussy era uno de los mejores orquestadores de su tiempo, quizá el mejor en 1922 junto a Richard Strauss, aunque con un estilo totalmente distinto.

El resultado de la orquestación fue simplemente genial, hasta el punto de que se puede hablar casi de una colaboración entre Mussorgsky y Ravel. Ravel hizo uso de todo el arsenal orquestal a su disposición, con un nutrido contingente de percusión que incluía rarezas como el triángulo, el glockenspiel, el xilófono o las campanas tubulares. También utilizó instrumentos inhabituales como el saxofón alto. Con su orquestación, Ravel consiguió que la descripción que Mussorgky hizo de los cuadros de Hartmann, nos hablase directamente al oído.

Ravel eliminó el quinto paseo, antes de Limoges. El mercado y consiguió momentos magníficos. Cómo no disfrutar del saxo y el fagot que nos retratan El viejo castillo. O cómo olvidar esa carreta polaca que vemos aparecer a lo lejos, pesante. Poco a poco se acerca, casi vemos los latigazos que reciben los pobres animales cuando la carreta pasa frente a nosotros con la orquesta en su máxima intensidad, para pasar de largo y perderse poco a poco en la distancia. Otro momento inolvidable nos lo sirve la conversación entre los dos judíos, el rico y el pobre. Schmuyle, el pobre, implora al rico, la lastimera trompeta con sordina le pone voz. Mientras que el rico Samuel Goldenberg responde con el metal grave, ampuloso, prepotente, él no tiene la culpa de que Schmuyle sea un inútil y un muerto de hambre. La vivacidad del Mercado de Limoges da paso, aquí sin el Paseo de la versión original, a la opresión de las Catacumbas y su Paseo particular, ese Cum mortuis in lingua morta. Ya en la versión pianística, Mussorgsky había incluído a la Baba Yaga en La cabaña sobre patas de gallina. Baba Yaga es una especie de bruja de la mitología eslava que come niños y vuela en una olla. La Baba Yaga vive además en una cabaña con patas con la que se mueve por toda Rusia. Aquí, la orquestación de Ravel nos acerca al mundo demoníaco de Una noche en el monte pelado, también de Mussorgsky. Cuando parece que la tensión ha llegado al máximo y no se puede resolver de un modo satisfactorio, el cuadro se transforma en la majestuosa Gran Puerta de Kiev. La orquesta va creciendo en potencia hasta llegar al climax con las campanas y acabar finalmente la obra de un modo espectacular.



El 19 de octubre de 1922 Serge Koussevitzky estrenó en París la versión orquestal debida a Ravel de Cuadros de una Exposición de Modest Mussorgsky.

Para terminar, escuchemos los Cuadros de una Exposición de Mussorgsky-Ravel en la que considero la mejor versión realizada para el disco. El gran Carlo Maria Giulini dirige magistralmente a la Orquesta Sinfónica de Chicago, quizá la mejor del mundo en este tipo de repertorio.





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