miércoles, 28 de mayo de 2014

Leonard Warren o "La forza del destino"

Todo el mundo conoce la ópera La forza del destino de Giuseppe Verdi. Lo que quizá no sepa todo el mundo, es que esta ópera lleva a cuestas una cierta fama de ópera maldita.

Verdi recibió el encargo de componer una ópera para el Teatro Imperial de San Petersburgo, el actual Mariinski de Valery Gergiev. De este encargo nació La forza del destino con libreto de Francesco Maria Piave basada el la obra teatral Don Álvaro o la fuerza del sino del Duque de Rivas. Con la ópera terminada en 1861 y Verdi, junto a Giuseppina Strepponi en San Petersburgo, el estreno se cancela por enfermedad de la soprano Caroline Barbot. Finalmente, la ópera se estrena un año más tarde, el 10 de noviembre de 1862, con un discreto éxito. Verdi, insatisfecho, decidió revisar la obra y dulcificar un poco el final que acababa con el suicidio de Don Álvaro. Cuando Verdi quiere realizar los cambios, Francesco Maria Piave, el libretista, sufrió un accidente vascular que le dejaría graves secuelas que arrastraría hasta su fallecimiento en 1876. Las modificaciones tuvo que realizarlas Antonio Ghislanzoni, el futuro libretista de Aida. La segunda versión, con la obertura en lugar del breve preludio y el final sin el suicidio del protagonista, se estrenó en el Teatro alla Scala de Milán el 27 de febrero de 1869.

Giuseppe Verdi en 1876
A la obra la empezaron a acompañar innumerables accidentes escénicos, con lo que empezó a ganarse su mala fama. Tampoco ayudó a su reputación que fuera la obra que estaba en cartel en el Teatro Wielki de Varsovia en 1 de septiembre de 1939, fecha en la que la Alemania nazi invadió Polonia, comenzando la Segunda Guerra Mundial. Sea como fuere, en un mundo tan supersticioso como el del teatro, la fama de maldita alcanzó a la obra, hasta tal punto de que Franco Corelli sólo la cantaba si llevaba un amuleto y se dice que Luciano Pavarotti renunció a cantarla por miedo. Además es habitual que cuando se representa, los participantes en la representación se refieran a la obra sin nombrar su título.

Quizá os parezca exagerado, pero hacemos una pausa con la obertura de la obra y veremos que al menos, si no miedo, algo de respeto si que hay que tener.  La interpretación corre a cargo de Riccardo Muti y la Orquesta de Filadelfia, en una grabación de 1987 en la Alte Oper de Frankfurt.






Leonard Warenoff, hijo de emigrantes rusos, vino al mundo en Nueva York el 21 de abril de 1911. Trabajó en el negocio familiar hasta que en una audición del Metropolitan Opera en 1938, produjo tal impresión que el MET le pagó sus estudios de canto en Italia. Volvió a Estados Unidos en 1939 y debutó en el papel de Paolo en Simon Boccanegra de Verdi. De paso cambió su nombre artístico por Leonard Warren. 


Leonard Warren

Con una voz de barítono espectacular los éxitos se sucedieron. Tras la guerra también llegaron las giras por Europa, debutó en la Scala en 1953. Warren se había convertido en un de los barítonos verdianos más importantes de una generación llena de grandes nombres. Para muestra su Cortigiani vil razza dannata del Rigoletto verdiano en una representación del MET de 1959.





Los éxitos continuaron, las grabaciones operísticas también. Leonard Warren estaba en el cenit de su carrera. El 1 de marzo de 1960 se representaba en el MET La forza del destino. Renata Tebaldi como Leonora y Richard Tucker como Don Álvaro. Para completar el trío de estrellas, Leonard Warren cantaba el papel del vengativo Don Carlo. Todo transcurre normalmente hasta el tercer acto. Leonard Warren inicia su gran escena, el aria Urna fatale. El aria de Don Carlo tiene un recitativo, como mandan los cánones. El recitativo empieza con las palabras, y no es broma, Morir, tremenda cosa. Según contó Sir Rudolf Bing en sus memorias 5000 Nights at the Opera, al finalizar el aria Warren se quedó en silencio y cayó al suelo. Había fallecido de una hemorragía cerebral, tenía 48 años.

Escuchemos a Leonard Warren en la escena Morir, tremenda cosa... Urna fatale del mio destino de La forza del destino de Verdi en una grabación de 1950 con la Orquesta de la RCA dirigida por Renato Cellini.



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