jueves, 22 de mayo de 2014

El Maestro también fue niño

Este pequeño artículo apareció el mes de junio de 2013 en la revista El estornino de Mozart, realizada por diferentes usuarios de Twitter, y destinado a celebrar los 200 años del nacimiento de Richard Wagner. Como esta revista, parece que es un proyecto que, definitivamente, ha pasado a mejor vida, he decidido recuperar algunos de los artículos que escribí y adaptarlos a este medio. En el caso de este artículo, no he cambiado nada, la limitación de espacio era de seiscientas palabras, y así se ha quedado. Sólo he añadido las fotos y ejemplos musicales. Está redactado como la carta que me dictó el Maestro el año pasado y en la que nos habla de sus tiempos mozos. Espero que os guste, la única finalidad, es que paséis un buen rato y, quizá, esbocéis una sonrisa.


Me llamo Richard y nací el 22 de mayo de 1813 en el Brühl, la judería de Leipzig. Por las caras que habéis puesto algunos intuyo que esto no os lo esperabais, con todo lo que se ha dicho, y se dirá, sobre mi y los judíos. Cuando nací las tropas napoleónicas dominaban la ciudad, pero no tardaron en ser derrotadas el la famosa Batalla de las Naciones. Poco después murió mi padre Friedrich Wagner, Actuario de Policía en Leipzig y me quedé huérfano en mi primer medio año de vida. 

Casa natal de Wagner en Leipzig, fue derribada en 1885

Mi madre Johanna Rosine, Pätz de soltera, era una mujer fuerte y animosa, pero le hubiera sido muy  difícil sacar adelante a sus ocho hijos. Ahí es cuando aparece la figura de mi padrastro, el buen Ludwig Geyer, actor, dramaturgo y pintor de talento. Geyer era amigo de la familia, y se casó con la viuda en agosto de 1814. Mi madre ya estaba embarazada de Cäcilie.

Johanna Rosine Pätz, madre de Richard Wagner


Muchos detalles de mi primera infancia me han hecho preguntarme quién fue realmente mi padre. El buen Geyer me inscribió en las Escuelas de Leipzig y Dresde en las que estudié como Richard Geyer. ¿Era sólo una muestra de afecto? Nunca lo supe a ciencia cierta mientras estuve entre vosotros. Nietzsche iba diciendo por ahí que le confesé que Geyer era mi verdadero padre. Y la buena de Cosima contaba que le dije que era Friedrich Wagner. No les hagáis caso a ninguno de los dos, uno por inquina y la otra por amor serían capaces de decir cualquier cosa.

Sin embargo el tema me preocupó durante toda mi vida, o acaso pensabais que era casualidad que mis héroes Tristan, Siegfried y Parsifal no hubieran conocido a sus padres. Es más Siegfried es criado por Mime, una voz que en alemán puede utilizarse para referirse a un actor. Eso si, quede claro que Mime es malo, malísimo y no tiene nada que ver con mi buen padre Geyer. Esas son las licencias que se puede permitir un genio como yo.

En 1815 y tras el Congreso de Viena, el Rey Federico Augusto I de Sajonia fue restituido en su cargo, y mi padre Geyer pasó a ser Actor de la Real Corte y un joven músico, amigo de mi padre, de tan sólo treinta y un años, fue nombrado Kapellmeister de la Real Corte de Sajonia. Se llamaba Carl Maria von Weber.

A los cuatro años debuté en mi primer papel teatral. Fui el Ángel en una pieza de Weber titulada En los viñedos del Elba. Pero mi primer papel importante fue en un Guillermo Tell de Schiller, en el que participaba mi padre. Mi hermana Klara y yo eramos los hijos de Tell. Sólo tenía que decir la frase – madre, nunca te abandonaré– pero al ver que mi hermana abandonaba el escenario, salí tras ella gritando –Clarita, no me dejes, me voy contigo Al público le encantó y me dedicó una sonora ovación.

Lo malo fue que mi buen padre me iba a dejar también muy pronto, falleció en 1821. Geyer quería que yo fuese pintor, cosa que no se me daba bien, pero habréis notado que en casi todos mis retratos aparezco con una gorra de pintor. Tampoco había tenido especial interés por la música, aunque podía tocar alguna pieza sencilla al piano. La víspera de su fallecimiento oí como Geyer dijo a mi madre con voz queda, refiriéndose a mi: ¿tendrá quizá talento para la música?

Ludwig Geyer, padre adoptivo de Richard Wagner

Tras la muerte de mi padre adoptivo, pasé una odisea de maestro en maestro, incluido mi tío Adolf, que al final harto de mi me mandó, para mi regocijo, con mi familia a Dresde. Weber, el amigo de mi padre adoptivo, había estrenado una ópera con gran éxito, se titulaba El cazador furtivo. Weber había continuado visitando a mi familia, y me cogió mucho afecto, tanto que me invitó a presenciar su ópera. Pero no sólo como espectador, gracias a él pude ver la obra desde bastidores. Os tengo que confesar que el tema de la obra, a mis nueve años me produjo más de una pesadilla. Pero Weber, que había llegado a ser mi ídolo también iba a irse pronto. Falleció en Londres cuando yo tenía trece años. No podía imaginarme, en ese momento, que años más tarde iba a ser un sucesor suyo en la Ópera de Dresde y me iba a encargar de repatriar sus restos mortales. La verdad es que siempre tuve mucho afecto a Weber, o pensáis que es casualidad que en una obra llena de marineros como El holandés errante, el personaje de Erik, el tenor, sea cazador.


Escena de la Garganta del Lobo de El cazador furtivo de Weber
que producía pesadillas en el joven Wagner

En 1827, año de mi confirmación, decidí cambiar definitivamente mi nombre, ya no iba a ser nunca más Richard Geyer, a partir de entonces el mundo me tendría que conocer como Richard Wagner.

Volvimos a Leipzig, y fui inscrito en la Nikolai Schule, pero mi verdadero maestro fue mi tío Adolf, con él conocí a Shakespeare, a Goethe, a Dante. Lo tenía decidido con toda la madurez de mis quince años, iba a ser poeta. Y me puse manos a la obra, escribí una tragedia titulada Leubald y Adelaide, y lo de tragedia, es con letras mayúsculas, pues cuarenta y dos personajes morían en escena. Mi tío tuvo la ocurrencia de enseñar la obra a mis hermanas, que lloraron de risa al leerla. Pero yo sabía que había ocurrido, la obra estaba incompleta, le faltaba el elemento más importante, la música. Ese día lo vi claro, iba a ser compositor. Iba a crear la obra de arte total.

Pero yo no sabía música, un pequeño problema sin importancia. Alquilé, por mi cuenta y riesgo, el Tratado de música y composición de Logier a Friedrich Wieck, el padre de Clara, Clara Schumann. De esta manera contraje mis primeras deudas. Con ese pobre bagaje y unas cuantas clases de composición fui capaz de escribir algunas obras y realizar una reducción para piano de la Novena Sinfonía de Beethoven.

Pero el veneno de la ópera seguía. Vi a Wilhelmine Schröder-Devrient en Fidelio de Beethoven. A mis dieciséis años estaba fascinado. Con el tiempo sería la primera protagonista de mis éxitos.

 Christa Ludwig también hubiera fascinado al joven Wagner 
cantando Fidelio de Beethoven

Las revueltas de Dresde de 1830, consecuencia de la Revolución de París me entusiasmaron. Se nota que ya me iba lo de ser revolucionario, aunque todo acabó con una tremenda borrachera y una buena bronca de mi madre.

Finalmente, y tras el fracaso de una obertura escrita a tres tintas, con un reiterativo golpe de timbal, que produjo la hilaridad del público; mi madre me inscribió en la Thomas-Schule con el Kantor Theodor Weinlig. Weinlig me enseñó la profesión. Me hacía componer áridas fugas y me decía: joven, seguramente usted no componga ninguna fuga, pero con esto está usted ganando su independencia. Tras siete meses de estudios con Weinlig, ya era compositor. Treinta y cuatro años más tarde cerré el segundo acto de Los maestros cantores de Núremberg con una soberbia fuga, en homenaje a mi maestro.

Sé que os gustaría saber más, pero tendrá que ser en otro momento.

Christian Theodor Weinlig, Maestro de Richard Wagner



Escena de la pelea del final del segundo acto de Los maestros
cantores de Nuremberg, resuelta por Wagner con una fuga, homenaje
a su Maestro, el Thomaskantor Theodor Weinlig

2 comentarios:

  1. Leí el artículo en su día en el Estornino, me alegro de que lo hayas recuperado. El pequeño Richard ya prometía! xD

    Feliz 201 cumpleaños, Herr Wagner. Que cumpla muchos más y que nosotros lo escuchemos.

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    1. Pues gracias por leerlo dos veces ;-)
      La verdad es que "Ricardito" no fue un jovencito fácil, cosas de los genios ya desde la infancia.

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