El día 12 de marzo de 2011, en el Teatro de la Ópera de Roma se representaba Nabucco de Guiseppe Verdi. La representación encuadrada en los actos conmemorativos del 150° aniversario de la Unificación de Italia, tenía como responsable al director napolitano Riccardo Muti. Cuando finalizó el Va pensiero, el coro de los prisioneros hebreos, todo el público aplaudió pidiendo que se repitiera.
El Va pensiero es un momento especial para todos los italianos, es como una especie de segundo himno nacional. Pese a que cuando fue compuesto, no estaba Verdi pensando en patriotismos, sino saliendo, gracias a la composición esta obra, de la profunda crisis personal en la que estaba sumido tras el fallecimiento de su joven esposa y de sus dos hijos. A partir de I lombardi, su siguiente ópera, Verdi si comenzó a participar en la vida política italiana, que tenía como principal objetivo la expulsión del Imperio Austro-Húngaro del territorio de una Italia que aún no existía como tal. Pero la fama del Va pensiero estaba creada. El paralelismo entre el pueblo hebreo oprimido en la ópera y el pueblo italiano bajo dominación austriaca era evidente. Desde su estreno en 1842 esta página coral ha formado parte indisoluble de la Italia del Risorgimento.
Pero volvamos a Roma. Riccardo Muti es poco amigo de dar bises, pero la ocasión era perfecta. El maestro italiano aprovechó para en un breve discurso criticar al gobierno italiano por los recortes en cultura, con una frase que quedará en la memoria, si matamos a la cultura, la base de la historia de Italia, entonces si será verdaderamente nuestra patria ¡bella y perdida!, haciendo referencia al verso del Va pensiero. Tras el discurso, invitó a todos los asistentes a unirse al coro y cantar todos juntos, en uno de los momentos más emocionantes que se han vivido en un teatro de ópera en los últimos años.
El Va pensiero es un momento especial para todos los italianos, es como una especie de segundo himno nacional. Pese a que cuando fue compuesto, no estaba Verdi pensando en patriotismos, sino saliendo, gracias a la composición esta obra, de la profunda crisis personal en la que estaba sumido tras el fallecimiento de su joven esposa y de sus dos hijos. A partir de I lombardi, su siguiente ópera, Verdi si comenzó a participar en la vida política italiana, que tenía como principal objetivo la expulsión del Imperio Austro-Húngaro del territorio de una Italia que aún no existía como tal. Pero la fama del Va pensiero estaba creada. El paralelismo entre el pueblo hebreo oprimido en la ópera y el pueblo italiano bajo dominación austriaca era evidente. Desde su estreno en 1842 esta página coral ha formado parte indisoluble de la Italia del Risorgimento.
Pero volvamos a Roma. Riccardo Muti es poco amigo de dar bises, pero la ocasión era perfecta. El maestro italiano aprovechó para en un breve discurso criticar al gobierno italiano por los recortes en cultura, con una frase que quedará en la memoria, si matamos a la cultura, la base de la historia de Italia, entonces si será verdaderamente nuestra patria ¡bella y perdida!, haciendo referencia al verso del Va pensiero. Tras el discurso, invitó a todos los asistentes a unirse al coro y cantar todos juntos, en uno de los momentos más emocionantes que se han vivido en un teatro de ópera en los últimos años.
Gracias a la televisión y a las redes sociales, todos pudimos ver este gran momento que quedará en la historia de la ópera y que leeremos en las biografías sobre Riccardo Muti. Pero, no es del que quería hablaros, éste es sólo una introducción. Lo normal es que se pida el bis del Va pensiero en muchas representaciones de Nabucco en Italia. En algunas ocasiones puede estar justificado, como en ésta en la que un bravo Riccardo Muti aprovechó para dar una lección a los que se llenan la boca con la palabra cultura, pero que en el fondo sólo se sirven de ella. Pero las más de las veces, los aplausos y los bises, sólo sirven para entorpecer el desarrollo dramático de la acción, que el canto del coro muestra a un pueblo abatido y derrotado que se consuela con el recuerdo de viejas glorias. Es la segunda parte de la escena, la Profezia de Zaccaria la que vuelve a llenar de autoestima el espíritu de un pueblo, abatido hasta ese momento. Esta impactante escena, pierde parte de su fuerza con las interrupciones, como ya comenté en la entrada dedicada al 200° aniversario del nacimiento de Verdi.
Pero como hemos dicho hay momentos, en los que el Va pensiero recupera toda su carga simbólica y en el teatro pasa lo que pasa. Este es el momento que quiero recordar. Nos vamos a Nápoles, en 1949.
La Segunda Guerra Mundial había acabado hace cuatro años. Italia había vivido uno de los periodos más convulsos de su historia. El fascismo y su alianza con el régimen nazi metieron a Italia en la guerra en el bando perdedor. Al final el peligroso aliado que fue Alemania invadió Italia, cuando se apartó a Mussolini del poder y se buscó una salida más beneficiosa para los intereses de Italia al final de la guerra. Cuando acabó la guerra las tensiones internas continuaron y la monarquía fue sustituida por un régimen republicano en 1946. No es de extrañar, que en fechas tan cercanas a estos acontecimientos históricos, un Va pensiero hiciese aflorar los sentimientos patrióticos en una tierra que había sufrido tanto y que seguía sufriendo, porque la Italia de 1949 era un país en plena reconstrucción y con unas condiciones de vida todavía muy duras.
El 20 de diciembre de 1949 en el Teatro de San Carlo de Nápoles se representaba Nabucco. La dirección corría a cargo del romano Vittorio Gui (1885-1975), un director muy interesante, no lo suficientemente conocido. Cuando llegó el Va pensiero pasó lo que vamos a escuchar en el audio que preserva este trocito de historia.
Creo que queda claro el entusiasmo del público que, casi fuera de si, grita ¡Viva Italia!, obligando al director a comunicar que va a repetir el Va pensiero. Tras la repetición sigue el ambiente tan caldeado, que si Vittorio Gui hubiera repetido nuevamente el coro, el público hubiera respondido con otra gran ovación.
Vittorio Gui en 1958 |
Pero quizá os preguntéis qué tiene de especial esta grabación de Nabucco. Escenas como estas del Va pensiero ha habido muchas en la historia de la ópera. Si esta grabación es recordada, es por otro motivo.
En Nabucco, la primera ópera en la que ya aparece el verdadero genio de Giuseppe Verdi, el compositor italiano escribió uno de los papeles de soprano más endiabladamente difíciles de toda su producción. Tanto es así, que en las pocas grabaciones discográficas oficiales de la obra, no hay ninguna Abigaille que sea totalmente convincente, alguna, por desgracia, es todo lo contrario.
En esta velada napolitana de 1949 ocurrió el milagro. Debutaba en este papel una joven soprano de tan solo 26 años. Durante el año 1949 había conseguido sus primeros éxitos importantes. Finalizaba 1949 y para rematar el año iba a cantar por primera vez el papel de Abigaille. Esta joven, nacida en Nueva York, pero de ascendencia griega, iba a sorprender a todo el público. Anna Maria Cecilia Sophia Kalogeropoulou, a la que todo el mundo iba a conocer como Maria Callas, cantó así el recitativo, aria y cabaletta de Abigaille el 20 de diciembre de 1949 en el Teatro de San Carlo de Nápoles.
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