viernes, 17 de enero de 2014

Grandes momentos en la Ópera (I): Los "Wälse" más largos de la historia

Con esta comienza una serie de entradas breves para recordar momentos de representaciones operísticas, en su mayoría grandiosos, pero también habrá alguno cuyo protagonista hubiera querido olvidar rápidamente, que de todo ha habido en los teatros del mundo.
Nos vamos a Boston, al 30 de marzo de 1940. No es Boston un lugar que relacionemos a primera vista con grandes acontecimientos en la ópera. Cuando hablamos de música en relación con Boston, nos viene a la cabeza su magnífica orquesta, la BSO (Boston Symphony Orchestra), la más europea de las big five americanas, y su Festival de Tanglewood. E, incluso antes que la ópera, ese grupo dedicado a difundir la música a todo tipo de públicos llamado Boston Pops. La ópera queda no ya en un segundo, tal vez en un tercer lugar.
Pero así son las cosas, empezamos en Nueva Inglaterra, pero lo hacemos a lo grande y con la compañía del Metropolitan Opera de Nueva York, invitada en Boston, que iba a representar La Walkyria de Richard Wagner.

El equipo que trasladó el MET a Boston fue impresionante, lo mejor de lo mejor de la Edad de Oro del canto wagneriano. Si en lugar de la gran Marjorie Lawrence, que interpretó una gran Brünnhilde, hubiera cantado Kirsten Flagstad, estaríamos ante el reparto de ensueño absoluto de los años treinta y cuarenta.

Los principales papeles corrieron a cargo de Friedrich Schorr como Wotan, la mencionada Lawrence como Brünnhilde, Kerstin Thorborg en el papel de Fricka, Lotte Lehmann y Lauritz Melchior como la pareja de welsungos y Emanuel List como Hunding. Estos tres últimos cantantes habían protagonizado en Viena el primer intento de grabación de una Walkyria en estudio, proyecto frustrado por la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi y por el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Recordemos que este primer acto dirigido por Bruno Walter es uno de los documentos wagnerianos más impresionantes jamás grabados, gracias a unas prestaciones vocales ideales y a una poética y variada dirección musical. En Boston el director fue el competente Erich Leinsdorf, con tan solo 38 años y ya responsable del repertorio alemán del Metropolitan. Otro exiliado por la barbarie nazi como Lehmann, List, Schorr o el mismo Bruno Walter.

La expectación en Boston era grande, venían a cantar los protagonistas de ese disco. Se esperaba una representación para el recuerdo. Y vaya si fue para el recuerdo.

Comenzó la función, la tormenta rugía en la orquesta, entró Siegmund, Lauritz Melchior, huyendo de los enemigos que le perseguían y encontró a Sieglinde, Lotte Lehmann. Al poco llegó el malvado Hunding, Emanuel List. La tensión subió, hasta que Hunding descubrió que Siegmund era aquél al que perseguía. Siegmund había ido a refugiarse a casa de su enemigo. Durante la noche las leyes de la hospitalidad protegerían a Siegmund, pero por la mañana debería aprestarse, desarmado, al combate. Hunding quería venganza.

Lauritz Melchior forjando la espada Nothung en "Siegfried"

Se inicia en este momento el monólogo de Siegmund Ein Schwert verhiess mir der Vater (Mi padre me prometió una espada). Siegmund es el hijo de Wälse, Wotan en sus correrías por el mundo de los humanos, él es un welsungo y su padre le prometió que en el momento de mayor necesidad le proporcionaría una espada para defenderse. Ese momento ha llegado y Siegmund implora a su padre. Wälse! Wälse!, cantará desesperado. 

Este es un momento de gran dramatismo, en la partitura se pide que el cantante alargue la sílaba Wäl en las dos veces en que se canta la palabra Wälse. Los tenores alargan según sus posibilidades estas notas. Pero ese día en Boston, nadie se esperaba lo que iba a ocurrir. Mejor que contarlo, creo que vale la pena escucharlo. Atentos al minuto 1:47.



¿Os habéis repuesto? Si son dieciséis y doce segundos lo que aguantó en cada Wälse el increíble Lauritz Melchior. Estamos ante el record mundial de canto de Wälse. Para ilustrarlo de una forma gráfica, pensemos en lo que hace otro recordman, esta vez en atletismo, en este tiempo. Usain Bolt corre unos ciento setenta metros, con el primer Wälse y corre los cien con el segundo y ya está recibiendo las felicitaciones de los rivales para cuando Melchior acaba de cantarlo. 

Pero si lo de los Wälse impresiona, a mi lo que me más me admira, es que cuando cualquier otro mortal estaría con una mascarilla de oxígeno reponiéndose del esfuerzo, Melchior sigue cantando como si tal cosa.

Para terminar, otro momentazo, no de la ópera, de la historia de la música y del sonido grabado. El primer acto de La Walkyria de Richard Wagner, grabado en Viena en 1935 con la bellísma dirección de Bruno Walter y las voces inigualables de Lotte Lehmann (Sieglinde), Lauritz Melchior (Siegmund) y Emanuel List (Hunding). Grabación a la que antes hacíamos referencia, reeditada una y otra vez por EMI y que es uno de los clásicos más importantes de este sello discográfico. Habrá que esperar a 1957, también en Viena, para que la orquesta wagneriana suene, en el estudio de grabación, con esa calidad en La Walkyria. Esta vez será Hans Knappertsbusch el responsable, pero eso es otra historia.



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