Hay fechas que son mágicas en todas las culturas. Entre ellas, merece una especial mención la noche más corta del año, el solsticio de verano. Este rito de paso, con mucho de
pagano, se cristianizó en la noche de San Juan, una de las más mágicas del calendario anual, que además de fuego y hogueras, también inspiró alguna obra musical.
La obra de hoy es bastante desconocida, injustamente. Comencemos por su título, difícil de traducir, se trata de Feuersnot de Richard Strauss, al que seguimos recordando en el mes en que ha cumplido ciento cincuenta años. La
traducción literal, que no explica claramente lo que es la obra, sería La necesidad del fuego. Aún así, es
mejor que otros títulos que he visto a veces, tan curiosos como Incendio o Las hogueras de San Juan.
La obra de Richard Strauss es su segunda ópera, compuesta tras la
fallida Guntram que fue estrenada en 1894.
Cuando Strauss comienza la composición de Feuersnot es un compositor muy experimentado en el campo sinfónico
y con un gran número de grandes obras en su catálogo. Don Juan (1889), Muerte y
transfiguración (1891), Las alegres
travesuras de Till Eulenspiegel (1895), Así
habló Zaratustra (1896), Don Quijote
(1898) y Una vida de héroe (1899),
son obras maestras conocidas por todos los aficionados. Además Strauss tiene ya
una amplia experiencia práctica en el campo de la ópera como director, primero
en Múnich y Weimar y, más tarde, en la Ópera de la Corte de Berlín en el momento de la
composición de Feuersnot.
Richard Strauss hacia 1900 |
Su única experiencia operística como compositor no ha sido
satisfactoria. En Guntram, obra en la
que al estilo de Wagner, Strauss pone música a un libreto propio; las deudas
con el estilo wagneriano son demasiado evidentes, y la obra, pese a algunos
bellos pasajes, se hace larga y demasiado enjundiosa.
Para esta segunda ópera Strauss, ha aprendido la lección. Va a
prescindir de la retórica de Guntram
y va a contar una historia más sencilla, pero en la que pretende dar un toque
de atención a sus paisanos muniqueses. Los mismos que con sus prejuicios y
conservadurismo expulsaron un día a Richard Wagner y casi a él mismo, el otro
Richard, que no ha conseguido ser profeta en su tierra.
El libreto esta vez es de Ernst von Wolzogen (1855 - 1934), que sería el fundador
del Cabaret político en Alemania. La
historia que nos cuenta pasa en la ciudad de Múnich en una época indeterminada
entre la Edad Media y el Renacimiento y a una hora fabulosa de la medianoche. La acción, en este caso muy
sencilla, transcurre en la preparación del festival de verano, o sea, las
hogueras de San Juan. La historia nos cuenta que Kunrad, un mago que vive en la
ciudad, está molestando a todos con sus opiniones, entre otras cosas riéndose del amor eterno que se juran los enamorados esa noche. En su osadía llega a besar,
en público, a la hija del alcalde, Diemut. La astuta Diemut decide
vengarse del mago y le cita por la noche. Llegado el momento de la cita, Kunrad
se sube en una cesta para llegar a la ventana de Diemut, ésta le sube con una
cuerda y deja suspendida la cesta a media altura, sin llegar a la ventana, para
dar un escarmiento al mago. Cuando todos le ven allí colgando en una cesta, se
ríen y se burlan de él. Pero lo que no se esperan es que con su magia Kunrad
apague todos los fuegos de la ciudad. La fiesta ha terminado. Todo el pueblo
está asustado, el mago ha robado el fuego. Le piden que lo restaure, pero
Kunrad se niega. Finalmente dice que sólo devolverá el fuego a la ciudad si se
le entrega el cuerpo de una virgen. El pueblo se dirige a Diemut e intentan
persuadirla de que se entregue a Kunrad para que se restaure el orden de las
cosas. Finalmente, Diemut se une a Kunrad y en la orquesta suena el tema de
amor entre Kunrad y Diemut, inmediatamente el fuego vuelve a las hogueras y las
casas de la ciudad de Múnich.
Sendlinger Tor en Múnich. En sus alrededores han situado la acción de "Feuersnot" algunas escenografías de la Ópera de Baviera |
Escuchemos el dúo del primer acto, Feuersnot! Minnegebot! (¡Necesidad del fuego!¡Mandato del amor!) en una versión histórica de los años cuarenta. Maria Cebotari y Karl Schmitt-Walter, como Diemut y Kunrad, con la Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín, dirigidos por Artur Rother.
Para este curioso argumento, Richard Strauss compone una música de gran
nivel, con destacados pasajes en los que brilla su maestría en el campo
orquestal, sólo hay que escuchar ese interludio, que es el tema de amor entre
Kunrad y Diemut. La obra tiene algún momento que hace que no sea totalmente
redonda, pero sin una gran relevancia en lo que es el resultado final.
Esuchemos esa escena de amor, que es el interludio de Feuersnot, en otra grabación histórica, esta vez con Sir Thomas Beecham y Royal Philharmonic Orchestra en una grabación de 1947. Tras esta magnífica página volverá el fuego a las calles de Múnich.
Esuchemos esa escena de amor, que es el interludio de Feuersnot, en otra grabación histórica, esta vez con Sir Thomas Beecham y Royal Philharmonic Orchestra en una grabación de 1947. Tras esta magnífica página volverá el fuego a las calles de Múnich.
La ópera se estrenó en Dresde el 21 de noviembre de 1901 bajo la
dirección de Ernst von Schuch y posteriormente en Viena el 29 de enero de 1902
bajo la cuidadosísima dirección de Gustav Mahler. Pese a estos dos estrenos de
altísimo nivel, la obra cayó rápidamente en el olvido. Es cierto que asustó en
la sociedad conservadora de la época esa sexualidad latente que impregna la
obra, pero comparado con lo que hará el mismo Strauss en Salome, sólo cinco aňos más
tarde, Feuersnot aparece como una
obra apta para todos los públicos.
Pese a todo, Feuersnot, ha quedado fuera del repertorio de los teatros. La música es muy bella, no tanto el texto, pero ya sabemos que hay
muchas óperas de éxito con flojos libretos. En primer lugar es una obra muy
localista, pasa en Múnich y critica a Múnich. El personaje de Kunrad es un
Richard Wagner que es criticado por la sociedad conservadora muniquesa, a la
que da una conveniente lección. Ese localismo también afectó a una obra tan
importante como Los maestros cantores de
Núremberg de Wagner, que tardó en imponerse en Berlín al considerarla un
asunto bávaro. Pero es que Strauss y Wolzogen llevan el localismo a extremos de
llegar escribir largos pasajes en bávaro, lo que limita la difusión de la obra, incluso en otras
zonas de Alemania. Además entre sus personajes hay herreros, panaderos y demás gremios, lo
que hace pensar enseguida en Los maestros
cantores de Núremberg de Wagner, que también transcurre en la fiesta de San
Juan, haciendo que Feuersnot parezca
una secuela de la obra de Wagner. Pero la verdadera razón, es que Salome, Elektra, El caballero de la Rosa, Ariadne en Naxos o La mujer sin sombra, que vinieron más tarde, casi todas nacidas de esa bendita sociedad entre Strauss y Hofmannsthal, mandaron irremediablemente al olvido
una obra, que, sin embargo, es muy disfrutable y no sólo para los enamorados
de Múnich como yo.
Por suerte hay dos buenas grabaciones que permiten conocer una obra con
una muy bella música. Ambas están realizadas en Múnich. La primera, en vivo, en
la Ópera Estatal con Rudolf Kempe a la batuta y Marcel Cordes y Maud Cunitz en
los papeles principales (Orfeo d’Or, 1958) y la segunda de la Radio de Múnich
con dirección de Heinz Fricke y unos óptimos Bernd Weikl y Julia Varady (Arts,
1984).
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